En los años setenta del siglo pasado Eunate alcanza la cumbre de su popularidad. Correos, entonces empresa pública estatal edita un sello conmemorativo del Año Santo Compostelano con su silueta. Tras la guerra civil española las instituciones navarras habían reforzado el simbolismo templario en auge tras el romanticismo decimonónico. La restauración de la ermita se presentó como modelo de la reconstrucción postbélica y sirve de nexo para enlazar las cruzadas medievales con el espíritu franquista de nueva cruzada. Esos primeros ímpetus tradicionalistas se van apagando e incluso se comienza a invertir la tendencia, la Iglesia no ve con buenos ojos los derroteros que va tomando la heterodoxia esotérica. No puede separarse la mera valoración del arte como algo ajeno a las tendencias dominantes en cada momento histórico. Eunate recuperado de la ruina y el abandono y reconocido como “monumento nacional” luce su nuevo sello en la cota más alta de prestigio y consideración que va creciendo con el auge del Camino de Santiago. Auge que se reafirma con la inscripción del Camino en la Lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO en 1993.
Olcoz atraviesa entonces los momentos más bajos de su historia. La tardía revolución industrial navarra provoca una emigración hacia la capital Pamplona que vacía casi por completo los pueblos pequeños. El campo agoniza y apenas quedan un puñado de vecinos. La portada de su iglesia estaba oculta dentro de un recinto cerrado al público que se utilizaba como almacén de la parroquia. Casi nadie fuera de Olcoz conocía su existencia ni se nos prestaba el menor interés. Como oposición frente a la amenaza de desaparición del pueblo los supervivientes deciden por su cuenta y riesgo derribar los muros que mantenían encarcelada la puerta gemela. Si la puerta de Eunate es tan importante si enseñamos la nuestra algo ganaremos debieron suponer. Y se animan a la estela de las diversas obras en pasos y caminos que se realizan con la Concentración Parcelaria, un proceso de reordenación de tierras para favorecer la modernización y la utilización de las nuevas maquinarias agrícolas que a su vez darían la puntilla a los últimos resistentes a la emigración rural. En mis vacaciones de verano, si no recuerdo mal en el año 1971 siendo todavía un niño participé en aquellas tareas. Con la mejor voluntad y según nuestro saber y entender añadimos a la puerta una arcada exterior de hormigón como protección para la lluvia. También los restauradores profesionales meten la pata. Pero conseguimos nuestro propósito y le dimos cara. Las viejas figuras románicas volvían a relucir como nuevas tras siglos de silencio y olvido. Y empiezan a ser conocidas.
En este contexto que remueve el pasado y las raíces olvidadas, las piedras recuperan el habla y comenzamos a escuchar los susurros de una leyenda. Rafael Alarcón Herrera en la obra A la sombra de los Templarios 1986 recoge la aparición de esta construcción especular y es el primer divulgador de esta leyenda en La otra España del Temple. Leyendas y tradiciones templarias , 1988. Juan Ramón Corpas Mauleón, actual consejero de cultura del Gobierno de Navarra publica una versión casi idéntica en Un sorprendente juego de espejos en el Camino de Santiago de 1993. José Mª Jimeno Jurío en Eunate, hito jacobeo singular, 1998, de la colección Panorama del Gobierno de Navarra precisa que ese relato nace del guarda de Eunate que escucha a vecinos de la comarca una conversación con peregrinos compostelanos en el verano de 1974. Se atribuye el origen a un vecino de Olcoz pero nosotros no conocíamos ni al transmisor ni la historia. La leyenda se va extendiendo en los materiales de las campañas oficiales de turismo de Navarra . Actualmente, con las nuevas tecnologías circulan nuevas versiones literarias algo tergiversadas.
Algunos sostienen que lo mejor es olvidarnos de las leyendas porque no tienen el certificado de garantía histórica. A mi que me gusta guardar los viejos papeles me niego a tirar a la basura tales joyas. En algún momento alguien la habrá creado. Creo que primero debemos analizar su contenido para ver que encaje tiene con la realidad a la que alude. Tras escudriñarla estaremos en condiciones de evaluar sus aciertos y sus aproximaciones históricas. Si no, es posible que estemos arrojando la fregona junto al agua sucia.
La Leyenda:
La Orden del Templo de Jerusalén había comenzado la construcción de Eunate. Antes de terminar y sin haber hecho todavía la puerta principal el maestro de obras se ausentó largo tiempo. Los templarios en vista de su tardanza recurrieron a un viejo cantero local, un jentilak (hijo y nieto de canteros) de portentosas facultades, quien finalizó la tarea con perfección y celeridad en tres días. Cuando regresó el primer constructor se quejó por la intrusión. El abad, adusto guerrero templario, recriminó su soberbia y le emplazó a realizar otra nueva en las mismas condiciones. Ante lo irrealizable de la empresa vagó desesperado hasta que encontró a una joven bruja-lamiñak en las Nekeas. Ésta le brindó su ayuda: “Debes esperar a la noche de San Juan. Acudirá a bañarse ritualmente en el río una gran serpiente. Antes de zambullirse depositará en la orilla con sumo cuidado un piedra que siempre guarda en su boca. Es la piedra de la luna que has de recoger e introducir en esta copa de oro llena de agua. Presto alcanza el portal de Eunate frente al que habrás colocado una nueva obra con piedra sin tallar. Al salir la luna, cuando la invoques, su luz reflejada en el cáliz obrará el prodigio reproduciendo los caracteres de la piedra en la nueva fábrica. No debes agitar el agua y has de devolver la piedra que cogiste”. El maestro de obras cumplió fielmente las recomendaciones que había recibido. Y tal y como había anunciado la joven lamiñak se levantó una nueva portada simétrica a la anterior. Aparecieron pequeñas diferencias por el temblor del agua como consecuencia de la emoción del momento. Al día siguiente cuando el jentilak vio la réplica, sintiéndose engañado, encolerizado arrancó la puerta y le atizó tal golpe que la mando por los aires hasta Olcoz. Y allí permanece hasta hoy.
Un maravilloso relato que merece un cuidadoso y pormenorizado análisis. Desde que salió a la luz han pasado ya unos cuantos años y los historiadores sólo aciertan a decir ¡qué bonito!, la misma respuesta que damos a los dibujos infantiles. Yo creo que nos ofrece altos vuelos.