Llega el verano. El sol que pasa sobre nuestras cabezas se asoma cada día un poco mas arriba. Hoy se para. Durante tres días sale en el mismo sitio. Cautopates, ese dios de la luz del antiguo mitraísmo, habrá conseguido detenerlo y lo empujará hacia abajo para que no nos abandone definitivamente. Ello fue motivo de enorme preocupación por más que Asterix sólo está obsesionado con la posibilidad de que los cielos caigan sobre nuestras cabezas. Ja-ja. Eternos cuentos, inacabadas cuentas.
Me resulta imposible no hacer un paréntesis y evitar el recuerdo de la victima asesinada por Eta anteayer ni la de aquellos a quienes se les han nublado tantos amaneceres. Mi homenaje.
Inmersos en lo cotidiano celebramos el año de la astronomía. Mas bien parece el año de los cacharros para contemplar los cielos. Aprendí de Picasso el valor de mirar a ojo. La ciencia nos ha colocado dos lentes. Una para mirar lo pequeño, los átomos y todo se llenó de globos. Otra lente para mirar lo grande, la inmensidad del universo, e igualmente se lleno de similares globos. La ciencia ha puesto en cuestión el valor de nuestra mirada, ya nada iba a ser igual. Pero ese gran niño, Pablo Picasso, con grandes ojos de niño, con los mas penetrantes ojos de niño que hayamos visto, decidió hacer garabatos, o sea, hacer arte para reivindicar la mirada del ojo humano. Es el mas grande caricaturista y nuestro maestro. Desde entonces en muchas noches sueño con construir el museo de la mirada. Por eso inicio este blog, tal vez sea la aventura de los extraños sueños de un simple caricaturista o tal vez acabe siendo la frustración de un despertar cualquiera. Pero declaro que éstas son mis pretensiones.
Con la llegada de las calores, cuando era mas niño, salíamos a la calle a tomar la fresca. En la gran pantalla de la noche he visto las mejores películas. El ser humano ha dibujado en el pizarrón del firmamento los fundamentos de todos sus múltiples pensamientos. Mirar los paisajes de la noche nos conmueve profundamente y nos sigue produciendo todo un terremoto. Es la fuente de nuestras preguntas más radicales, es el escenario de nuestro sentido de trascendencia. Es el territorio del más allá. El hombre no colocó al azar diferentes y caprichosas figuras, no, ha diseñado una perfecta infografía. Para mi el conjunto de constelaciones conforman la obra de arte más bella. Y parece que hoy ni los credos ni las ciencias quieran reconocerlo y pretenden ocultarlo. Pero ahí hunden sus raíces. Creo que la función de un dibujante de caricaturas es mirar más allá de las apariencias, razonar más allá de lo razonable e ir más allá de todos los “más allás”. No puedo concebir una celebración de la astronomía amputando el valor de los significados de nuestra mirada hacia las estrellas. No concibo la astronomía sin su expresión creativa, sin la multitud de obras de arte que la acompañan. La correspondencia entre el arriba y el abajo, el paralelismo entre el macrocosmos y el microcosmos es posiblemente la idea creativa primordial y mas extendida de la historia de la humanidad. En la profundidad de la noche seguimos buscando la profundidad de lo humano. Este año también celebramos el año europeo de la creatividad y la innovación. El desconocimiento general del evento es una buena radiografía de lo que nos importa.
He escuchado repetidamente al maestro Manuel Alcántara este relato: “Cuando conocí a Azorín me acerqué a contarle mi pretensión de ser poeta y pedirle un consejo. Me miró fijamente y me dijo: Lea usted el diccionario. Hizo un largo y poético silencio y añadió: …a ser posible que sea un diccionario etimológico. De inmediato corrí a consultar uno, abrí al azar y leí: Considerar, de sidéreo, …tumbarse a ver las estrellas…. ”
Hoy miro en la noche a ver si encuentro los fundamentos de la pluralidad, quisiera enterrar la soledad del universo y poder distinguir alguno de esos multiversos tan misteriosos…Pero entre la música de las esferas me retumba la frase de Edgar Morin, promotor del pensamiento complejo, “ Somos unos simples naúfragos sumergidos en un océano de incertidumbres”. Tan sólo vemos lo que queremos ver.
Y por si fuera poco, este año, recordamos a Darwin. Cuando los sabios apuntan a las estrellas los tontos nos quedamos mirando el dedo. Los caricaturistas, como buenos tontos, tratamos de dibujar en la yema de los dedos el trazo de las estrellas. Evolucionaremos. Ya verán.