Vitoria responde a la profecía terminal con la fiesta callejera de las velas y un pellizco del gordo navideño
Ignoro si la profecía terminal del mundo es cosa de los mayas o de la abeja. Sí, la amiga de Willie. Desconozco si la culpa de ese mal rato marcado en el calendario cabe pedírsela a aquella civilización precolombina o a los fundamentalistas papanatas que compran cualquier producto vendido por mercachifles que nos aprietan el corazón en un puño. Hay un tipo que se ha forrado construyendo búnkeres donde contener el pánico. El caso, que no han dado una. Será por el cambio del clima o por burlarse de los agoreros, pero resulta imposible recordar un diciembre tan luminoso y cálido en Álava como este. Cambiamos bufandas por chalecos primaverales. Flipante.
Anda que se sucedían ayer los ‘tuits’ ingeniosos sobre el apocalipsis del planeta. Incluido el del fenómeno Óscar Terol, a quien podemos disfrutar en estas páginas. El humorístico comunicador guipuzcoano aludía al descojono de los incas que aún debe resonar en el Machu Pichu por la gamba mayúscula de sus ‘rivales’. O al cachondeo de los aztecas sobre la misma materia. Twitter reservó la etiqueta #TeEngañoComoLosMayas para que el personal volcase en 140 caracteres -condensación al poder- todo el vitriolo del que era capaz. Tampoco vi preocupada a la gente en Vitoria. Es más, montamos una fiesta cívica y nocturna de tres pares en la almendra medieval con luz, sonido, teatro de calle y mucha ciudadanía ávida de actuar como figurante en tan espléndido decorado natural.
Un maya teletransportado al presente se deleitaría con semejante demostración esotérica, como reconociendo en ella la certeza de asistir al epílogo vital de una muerte anunciada. Pero no, se trataba de un montaje lúdido para saludar la llegada de un invierno al que no se adivina ni un solo síntoma adecuado de la estación. Si contextualizamos -qué palabra tan espantosa- el espectáculo dentro de los asuntos actuales cabe la opción de ver en las 15.000 velas y las 300 antorchas que encendieron los 19 días y 500 noches ‘sabinianas’ una metáfora. Ya nos avisan de que la luz subirá en enero -nada dicen de incrementar los sueldos- y quizá convenga rescatar estos modos de alumbrar propios de otros tiempos. Más que nada por si la compañía eléctrica retira suministros por impagos.
La verdad, no sé qué ventajas tiene creer en profecías así de pavorosas. Aunque un repaso a las noticias de la semana sí puede incitar a un sueño prolongado y temporal, a una especie de hibernación hasta que se revierta la suma de problemas que nos acechan. De este modo abriríamos un paréntesis donde meter en el contenedor de los desperdicios demasiados puñales: el acecho de un Berlusconi inasequible al desaliento, la definitiva eliminación de estacionamientos en el párking de San Martín -la gratuidad dura poco-, la enfermedad de Tito Vilanova que nos recuerda a la de tanta gente anónima menos para cada uno de nosotros, la ablación del clítoris a una niña de Malí que reside en Vitoria, las tasas judiciales de Gallardón -a quien creíamos en el ala izquierda de la derecha-, el copago farmacéutico que acongoja a quienes consumen a la fuerza una ensalada de pastillas o el atropello de Iñaki Lejarreta a lomos de su bici.
Escribo mientras se oye de fondo como una plegaria el soniquiete anual de los niños de San Ildefonso. No presto mucha atención porque como buenos seguidores de la tradición es tradicional que por Álava pase el gordo de largo, igual que hacía la gente antes de que nos tuvieran en cuenta. Total, en la capital solo ha caído dos veces (1930 y 2006) y en la provincia, Oion lo recibió con la alegría que se dispensaba a Mr. Marshall en 1998. Coño, pellizcos del 76058 en Bilbao -habitual-, Derio y ¡Vitoria! Eso sí, junto a otras 37 localidades más. Bueno, bien está eso de compartir. En fin, el mundo al revés: los mayas no meten la profecía en una piscina y el gordo navideño deja una llovizna de dinero en la ‘Green’.