Mobiliario urbano por Ángel Resa
El invento del pintxo-pote anima Vitoria a partir del jueves y vuelve a anclar las relaciones sociales a la barra del bar
Cambian los formatos, pero se conserva la esencia de trasegar. Las generaciones anteriores introdujeron la ruta del poteo en el manual de sus costumbres. Ahora que tanto se critica a los jóvenes cabe recordar que entonces las cuadrillas perdían la cuenta de los vinos metidos para el coleto. No bastaban la X, la V y la I romanas con las que cuantificar la cantidad de líquido ingerido. Los tiempos cambian y con ellos, las modas. Beber ya no es un precepto diario de obligado cumplimiento, pero nuestras relaciones sociales permanecen ancladas a la barra de un bar. Y entre la bendita resistencia a acabar con ciertos hábitos -moderados para no atentar contra la corrección imperante- y la crisis triunfa de unos años a esta parte el nunca bastante elogiado invento del pintxo-pote.
Parece justo atribuir a la calle Gorbea el nacimiento de esta idea que congrega a multitudes una vez que la semana ha rebasado su ecuador. Puede que allí empezara la sana rutina de acompañar el fruto de la vid y del trabajo del hombre con algo sólido que hiciera masa en el estómago. Y se agradece la simbiosis. Después se apuntó la remozada vía de Sancho el Sabio, que de inhóspita como era antes e incómoda durante sus eternas obras ha germinado en un lugar muy agradable para reuniones tumultuosas y calmadas al mismo tiempo. Lástima que se nos fuera mucho antes de tiempo el dueño de Los Manueles, ese rincón andaluz y amanoletado, ese museo de bellezas morenas de rompe y rasga con ojos negros y tristes que pintó Julio Romero de Torres.
El ser humano ya puede vivir en Brihuega, Vitoria, Madrid o Nueva York que se mueve por ámbitos geográficos reducidos. Como animal de costumbres le cuesta abandonar sus dominios para adentrarse en otros que considera ajenos. Pero merece la pena traspasar fronteras físicas y mentales para admirar, por ejemplo, el rotundo éxito del pintxo-pote en Lakua. Este barrio grande de arterias anchas y sensación de vacío se rebela ante su etiqueta y monta unos pifostios curiosos cada jueves donde alcanzar el mostrador de las tabernas merece un capítulo para ‘El Conquis’ de ETB. Fluyen las cañas y los vinos acompañados de las recurrentes alitas de pollo, minipizzas que duran dos bocados, pinchos morunos de pollo y tocino, porciones de tortilla cubiertas de tinte naranja… Por mentira que pareaca, aparcar ese día por allá somete el sistema nervioso a otra prueba de resistencia.
La costumbre se ha extendido por la ciudad como ella misma. De un distrito relativamente nuevo nos vamos el viernes a un barrio con lábel de toda la vida. O sea, del último medio siglo: Zaramaga. Asombroso el triunfo de esta reciente modalidad de ‘come, bebe y habla’ que otorga vida a un enclave de pasado fabril y demografía avejentada. Las amplias aceras se cubren con terrazas repletas con sillas y mesas permanentemente ocupadas. Tal es la imagen del grupo formando un círculo de pie con el vaso en una mano, la manduca en la otra y el mártir de turno que sostiene la bandejita de cartón. Y el pintxo-pote abarca también los nuevos confines de Vitoria. Salburua y Zabalgana se adhieren al manifiesto porque quien no lo hace se queda al margen de las rutas modernas.
Anteayer mismo, los establecimienos de la Correría hallaron la excusa del cambio de estación para despedir el verano con el despacho de cerveza y unas salchichas que se terminaron a las diez menos veinte de la noche. Había que solicitar la vez entre el gentío con el ánimo de avanzar hasta El Tabanco, saludando a diestra y siniestra a tipos de nuestra ganeración que han recuperado el primer tramo de la calle. Había personal a espuertas desde la plaza de la Virgen Blanca y las escaleras de San Miguel eran una bancada de ocasión. Vitoria lucía dinámica con este hábito del pintxo-pote que anima la semana a partir del jueves. Los tres primeros días han caído mucho, forman la imagen mortecina de una ciudad somnolienta que guarda sus recursos menguantes para la traca de esta nueva usanza del trasiego.