La calle Dato siempre ha dado mucho que hablar. Cuentan nuestros padres que cuando Vitoria era un coto cerrado de diversiones, la gente la recorría en una y otra dirección para volver a empezar, como en la ya veterana película de Garci. De la esquina con Postas hasta la estación de Renfe cumplía varias vueltas al circuito. Pocas ofertas más había en una ciudad provinciana, conservadora y de demografía pequeña antes de las oleadas sucesivas que levantó el mar de la industrialización. Salvo el cine y el Alavés, las posibilidades de ocio se contaban con los dedos de un muñón. Luego vinimos nosotros para referirnos con desprecio a esos paseos rutinarios donde la gente vestía la ropa de los domingos. En el colmo del desafecto llegamos a bautizar el recorrido de ida y vuelta como el Tontódromo. Y nos reíamos la gracia. (+)