Mobiliario Urbano por Ángel Resa
La comisión ciudadana Antisida es una cantera de líderes desde que se creó para combatir la pandemia con campañas informativas sobre la prevención y los riesgos. Cuando los socialistas ‘ficharon’ a Peio López de Munain y lo auparon a un puesto noble de su candidatura electoral -plena seguridad de que obtendría el acta- se extendió la sensación de que acertaban. Era la incorporación entonces de un independiente con prestigio social. El ya veterano edil había puesto rostro a una realidad que mirábamos de soslayo o, decididamente, no queríamos ver. Para incorporarse al Ayuntamiento le reemplazó Miguel Ángel Ruiz, otro hombre de paz que infunde sosiego y que continuó la labor con los enfermos.
Pues bien, el sustituto de Peio acaba de estrenarse como nuevo presidente del Consejo Social, el tercero en seis años tras el debutante José Ángel Cuerda y José Ignacio Besga, que ha ejercido tres como puente. Cuatro no porque desde las elecciones de mayo de 2011, el ‘comité de sabios’ ha permanecido en barbecho hasta esta misma semana. La elección de Ruiz cabe interpretarse como un triunfo de los movimientos sociales, los más castigados por una recesión económica que tiene soliviantada, pese a oírse más susurros que bramidos, a la sociedad vitoriana. El nuevo portavoz ya ha anunciado que no accede al cargo para arrimar el ascua a la sardina de la comisión antisida, pero tampoco puede negarse el protagonismo que con su nombramiento adquieren los grupos entregados a la causa de los más débiles.
Cuerda presidió este grupo asesor de 33 personas a los siete años de abandonar la Alcaldía. El alcalde por antonomasia representaba el contrapoder político durante los últimos suspiros del popular Alfonso Alonso y el nacimiento del regidor socialista Patxi Lazcoz. José Ángel es una figura mayúscula en la historia de una ciudad que construyó a su imagen y semejanza. Muchos partidarios sentían la necesidad de gritarle como en la película de Berlanga. “Alcalde, todos somos contingentes, pero tú eres necesario”. Y Cuerda transmitió la sensación de desear tal papel siete años después de abandonar la Casa Consistorial. Célebre resultó aquella rueda de prensa en la que se lamentaba del escaso interés municipal por las propuestas del Consejo. A bastantes de ellas no se respondía desde la Plaza de España. Y su intento de frenar el tranvía en la de Lovaina fue atropellado por el implacable avance de los raíles hasta el final de la calle Angulema.
Le relevó Besga, un alto cargo de la Caja Vital con modales exquisitos, traje y corbata y pasión por la poesía, que ya ha publicado varios libros con sus versos. De estilo libre, quién sabe si como homenaje al propio Cuerda que se quedó compuesto y sin reelección en el cargo. Ahora llega el turno de Ruiz, delegado de un sector que preferimos no ver mientras agradecemos que tipos como él se arremanguen la camisa y se levantan las perneras del pantalón.
El Consejo Social es un órgano consultivo que emite informes sobre asuntos relevantes de la ciudad sin que el Ayuntamiento deba llevarlos a cabo. Insinuaciones que a veces llegan a buen puerto y otras mueren antes de alcanzar la orilla. Trabajo le espera al grupo de asesores cuando la Vitoria idílica deja entrever sus capas más amargas. Empezará por solicitar explicaciones sobre la prórroga del presupuesto y los recortes sociales -a Javier Maroto le puede brotar por ese flanco la incómoda conciencia crítica de Pepito Grillo-, el anillo verde interior, la extensión del tranvía y el comercio. Se supone que también cuestionará la intermodalidad de la estación de autobuses, que tiene de ‘inter’ lo de cambiable -antes Arriaga, ahora Euskaltzaindia- y de ‘modal’ la habilidad de los políticos para componer variaciones sobre la marcha. Igual resulta que falta un plan estratégico sobre temas capitulares al margen de las siglas que dominen cada cuatrienio. Por comentarlo.