Es cierto que la antigua fuente de El Mineral olía a huevos podridos, como los pasados de fecha que cascamos en el borde la encimera y convierten inmediatamente la cocina en el infierno del hedor. Los padres nos animaban a beber de ese caño pestilente porque, lo recuerdo como si fuera hoy, aquel agua era poco menos que bendita, un cóctel de salud concentrado en un simple trago. Seguro que obraban de buena voluntad, pero de pequeños nos castigaban con pócimas y comidas que provocarían la huida de los mismísimos perros. Por ejemplo, la yema de huevo en el café con leche (puajjj) o el filete de hígado por el que algunos entendíamos el significado de la palabra ‘arcada’. .. (+)