ARABA
Cuando Prudencio Samsa (de Zárate) se despertó después de 47 noches de sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso gasterópodo. Estaba tumbado sobre su espalda dura, y en forma de concha, y al levantar un poco la cabeza veía solo una masa viscosa, que rezumaba una baba que había embadurnado ya todas las sábanas y el cobertor. Sin patas, con un solo pie gelatinoso, como de ventosa, unas pompas espumosas le salían de la rádula ante sus ojos, atónitos, saltones, que se sitúan en lo alto de unas protuberancias.