ALAVÉS 2 – GRANADA 3
Muy tocado, si no hundido. En el día que no podía fallar, el Deportivo Alavés lo volvió a hacer. Víctima de sí mismo. De sus dudas, de sus nervios. De su inconsistencia futbolística, claro. Falló donde no podía fallar y como no debía hacerlo. De manera inexplicable e imperdonable. Cuando tenía todo a favor: el resultado, el ambiente, el factor anímico. Había hecho lo más complicado, remontar un gol en contra, y fue en ese momento, cuando más cerca estaba de la permanencia en mucho tiempo, cuando se consumió en sus propios miedos. Como un azucarillo angustiado al que se le va la vida. Realmente se le va a un equipo que ya se ha arrojado al precipicio.