«Me he retirado, pero todavía no soy viejo», advierte un jugador de leyenda. «Es un halago que no sé si merezco». Ustedes dirán. Es Luis Scola (Floresta, Buenos Aires, 1980), al que es, era, un placer ver bailar en la pintura y con quien era y es un gusto hablar. Con mirada atenta y descaro en sus respuestas, reflexiona y no pierde de vista sus orígenes. Su Baskonia, pero también Gijón, «la computadora» que se compró con el adelanto que le ingresó Josean Querejeta. Le da pudor escuchar que es el mejor jugador de la historia del club y prefiere no profundizar en su hipotética segunda etapa como azulgrana. Su mayor aspiración sigue siendo aprender cada día.