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IÑAKI CERRAJERIA

La ilustración

Esperando a la nada

 

MOBILIARIO URBANO por ÁNGEL RESA

La estación de Dato acoge a gente que corta cada día el cupón de una vida solitaria

De entre todos los medios de transporte existentes hace ya décadas que la literatura abrazó el ferrocarril como un manantial de inspiración perenne. Me palpo hacia adentro tratando de encontrar esa fibra sensible que distingue a los escritores, pero no me encuentro el pulso lírico que se alimenta de vías y vagones. Será que uno no está a la altura o que ha viajado poco en tren, lo cual debe resultar una adversidad. Tengo entre mis autores de referencia a Antonio Orejudo, un tipo fresco y brillante que compone obras divertidísimas. Una de ellas se titula ‘Ventajas de viajar en tren’ y su descacharrante ironía me recuerda al estilo del maestro Eduardo Mendoza, a quien el dios de las letras guarde por muchos años.

Definitivamente he de tomar lecciones en las materias troncales del sentimiento y la emoción. Porque ahora me viene a la memoria -en realidad siempre guardo un desván para las canciones de Serrat- su oda a Penélope, esa mujer que se sienta en un banco del andén a la espera de la siguiente locomotora. Una creación bellísima, como casi todas las que nacen en el ánimo delicado del ‘noi del Poble Sec’. Pero claro, también me detengo en ‘Asesinato en el Orient Express’, una de las numerosas entregas de intriga que facturó Agatha Christie. Y entonces -lo siento, Orejudo- ya no halla tantas ventajas al hecho de desplazarme en un tren.

Busco la espiritualidad perdida en la estación de Vitoria, al fondo de la calle Dato. No vaya a ser que la tenga oculta entre los pliegues de las víscera sin apercibirme de ello. Bueno, la verdad, acudo allí para recoger a alguien que llegaba de Madrid con la puntualidad casi británica del Alvia.. Pasan las ocho de la tarde, esa hora en la que la noche avisa de su inminente entrada por la vía dibujando tonos preciosos y anaranjados. Minutos antes me he topado con la bonita fachada a la que lavaron el rostro hace años y, ya en el interior, esas vidrieras en lo alto de reminiscencias eclesiales. He llegado lo suficientemente pronto como para esparcir la vista al hallazado de costumbres humanas.

El bar mantiene abierta la puerta que lo comunica con el andén y aprovecha la anchura de la calzada para montar una terracita de cuatro veladores donde solo un hombre agarra el vaso de cerveza con la mirada perdida, absorta o dispersa. Pero el decorado habitual no se encuentra ahí, en esas mesas flanqueadas por sillas de director cinematográfico. Está en los bancos corridos de madera oscura donde se sientan septuagenarios que parecen no aguardar nada. Van a echar la tarde a la estación, sin ningún pasajero en su horizonte al que remitir un saludo de bienvenida. No se trata de versiones masculinas de Penélope, simplemente se aposentan ahí cada jornada para contemplar cómo pasa la vida a la vera de vías y andenes.

Cuatro comparten charla resignada y silencios abundantes. Uno del grupo apoya en la mandíbula la empuñadora del bastón. Los mira uno con cierto cariño -igual resulta que el universo del ferrocarril me despierta la ternura-, distinto a la impresión de desamparo y tristeza que generan otros tres mayores tomandos de uno en uno. Cada cual sentado en su sitio, solo consigo mismo, cortándole a la vida otro cupón igual al de la víspera y probablemente calcado al de mañana. Estos no oyen voces ajenas a sus propias introspecciones mudas. Únicamente la megafonía bilingüe les rescata de su ensimismamiento, o no, al anunciar la llegada inmimente de un tren por la vía 3. O la salida inmediata de otro convoy en la 2 que toma Vitoria como un punto más de su itinerario.Del vagón desciende la persona a la que espero y nos alejamos al ritmo lento de la ‘trolley’ camino de la calle Dato. Antes vuelvo a ojear el decorado humano del andén, veo las estatuas de sal y cierta sensación de derrota. Creo en las ventajas de viajar en tren, pero me aflige ese espectáculo de gente a la espera de nada.

 

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La actualidad en una sonrisa. Por Iñaki Cerrajería

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La intención de este blog es recopilar mi trabajo diario en las páginas de EL CORREO. Caricaturas de escritores y otros personajes, las elecciones vascas con humor, páginas especiales, planas sobre fiestas de Vitoria-Gasteiz, San Prudencio, San Juan del Monte,... El fútbol con las jornadas del Deportivo Alavés, recreaciones de juicios, las ilustraciones para artículos y por supuesto, las tiras diarias de las ediciones de Álava y los domingos de Bizkaia y Miranda de Ebro. Desde todos estos espacios podéis acceder a las noticias, datos adjuntos y participar de forma activa añadiendo vuestros comentarios e ideas. Asimismo, encontrareis en las secciones del blog distintos trabajos que han sido publicados en años anteriores y que poco a poco voy añadiendo. Espero que sonriáis un poco navegando en este espacio.

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