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IÑAKI CERRAJERIA

La ilustración

Un trozo de nuestras vidas

 

MOBILIARIO URBANO por ÁNGEL RESA

Cierra la degustación del barrio y siente uno que pierde un lugar importante en su biografía
Me tiene ofuscado la condición humana. No sé si nos volvemos sentimentales con la edad o al contrario. Ignoro si la madurez que teóricamente avanza 24 horas por jornada nos vuelve escépticos o acentúa la facilidad de las lágrimas. Además, como cantó Serrat, cada uno es cada cual. Y añade con permiso este cronista que encarnamos el espíritu de la contradicción. Solo acierto a entender que me siento triste por el cierre de la degustación del barrio donde compraba el pan y bebía el cortado de tranco fuerte mientras hojeaba el diario. Primero, la portada. Después la contra, con la preceptiva lectura del maestro Alcántara, a quien las letras guarden.
El tiempo será uno, pero cada un0 lo parcela de acuerdo a su biografía particular. Diecisiete años de costumbres suponen un tercio de vida, uno menos de los cumplidos por el hijo mayor, miles de mañanas abrigado por la seguridad que proporcionan los hábitos cotidianos. Las mismas caras a iguales horas, la sensación de pertenecer a un club que no exige carné, esa compra de última hora al comprobar que falta el ingrediente básico para la cena. Se acaba de jubilar Julia a los 65, la edad que parecía un mojón en la vida laboral antes de que la puta crisis, con sus efectos centrales y colaterales, pusiera patas arriba la presunta seguridad en el futuro.
Cerró Dulantzi, en Ariznavarra, a las ocho de la tarde del día 31. Allí acudimos, sin previo aviso ni cita por redes sociales, clientes de siempre. En el fondo, y además de despedirnos de ella, sé que todos comprendimos que notaríamos el vacío a la llegada del alba. En la geografía vital de cada uno hay ciudades, calles, bares y tiendas. Una especie de síndrome de pertenencia, un cordón umbilical que nos cuesta seccionar para buscarnos otra panadería, otro local donde adquirir el artículo salvador, otro mostrador sobre el que apoyar el periódico.
Entorné lo ojos a través de la verja metálica el 1 de agosto. Allí estaban inertes las banquetas por las que nadie preguntaría al vecino si estaban libres y un ejemplar de este diario abandonado sobre la mesa donde tanta gente mojó durante lustros la napolitana en el café. Faltaban la dueña, el marido en el obrador y la sobrina atendiendo. No estaban las parroquianas que saludaban siquiera con un gesto de la cabeza, partícipes de un rito mundano. Pero importante.
Dicen (leyenda urbana) que el paso del tiempo todo lo cura, que un clavo saca otro y que no hay mal que por bien no venga. Me suenan a consuelos populares de convicción escasa. Claro que hallaremos otra panadería, otro local donde avituallarnos de la caja de leche que creíamos en la nevera o de la pasta como cocción de emergencia que salva un almuerzo. Pero con la clausura de Dulantzi baja el telón un trozo de algunas vidas, esa lealtad labrada durante semanas, meses y años que se traducía en la conciencia exacta de lo que el cliente demanda. Esa gente del obrador ha visto crecer a los hijos, les ha vendido las golosinas que Rajoy bautizó con el nombre exageradamente largo de ‘chuchesss’ y se ha interesado por la evolución de sus procesos febriles. Al menos Julia, a quien difícilmente se le resistía un detalle.
Una pena para muchos. Tal vez una liberación para una familia de autónomos que abría a las siete y cuarto de la mañana para bajar la persiana a las ocho de la tarde. La crisis también había mordido el negocio. Las mesas fecuentadas por las madres en las tardes ya pasaban más tiempo vacías que ocupadas. Hubieron de acortar el horario y, hechas las consultas pertinentes según el lenguaje administrativo, decidir que el milagro diario de la multiplicación de los panes debía concluir. La sobrina dibujó el cartel ‘1 de Agosto. Cerrado por jubilación’ y le añadió con bolígrafo un emoticono triste. El de los ojos curvados hacia abajo, la lágrima resbalando por la mejilla y la boca a juego con la vista. Si el tango cuenta que veinte años no son nada, seguro que muchos vecinos coincidimos en que los diecisiete de la degustación forman parte del álbum de nuestras vidas. Julia, que te vaya bonito.

La actualidad en una sonrisa. Por Iñaki Cerrajería

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