Ignoro si el Papa oculta debajo de sus ropajes inmaculados algún resquemor a Vitoria pero, desde luego, ha elegido un mal año para retocar la imaginería del Nacimiento. Ahora que el Belén monumental de La Florida cumple cincuenta tacos, bodas de oro nada menos, nos sale por peteneras desde Roma. Benedicto  XVI acaba de publicar ‘La infancia de Jesús’ -a este representante de Dios en el planeta le deben llover los editores del cielo- y cuenta en sus páginas que al alumbramiento del Redentor no asistieron mula ni buey algunos. Con lo bonita que quedaba la estampa completa en la gruta de nuestro parque romántico va y se carga a los animales. Será cuestión de recortes, lamentablemente tan actuales.

Si es que dan ganas de replicarle por Twitter, ahora que Su Santidad se ha subido a la famosa red social de los 140 caracteres y ni uno más. Quede bien claro que el símbolo del pajarito no convalida la carrera de Periodismo, pero sirve para refrescarnos el arte de titular. Con tan pocas palabras hay que  recurrir a la claridad y la concisión. Ya me imagino el ‘tuit’ de vuelta papal: “Vitoria. Retire la mula y el buey, que no estaban en Tierra Santa”. Le sobran ochenta golpes de tecla. Qué artista.

Mientras Benedicto XVI cuenta los seres vivos que asistieron al virginal parto hace dos milenios, un párroco gallego ha decidido cambiar también el Nacimiento de un modo muy diferente. Aprovechando la goma de borrar de Su Santidad, Luis Rodríguez Patiño ha agradecido la exclusión de la mula y el buey que, según el cura, representan a los banqueros. Y demuestra que muchos sacerdotes ‘de base’ sí se implican con los problemas humanos que marcan al personal con hierro candente. A su Belén no se puede entrar porque la Policía lo ha precintado. Por el impago de la hipoteca sobre el portal, el mismo Jesús es un arrojado a la calle más que observa los papeles delante de la gruta con el lema ‘Stop Desahucios’. Un fenómeno este Patiño. Habrá que permanecer atentos al Twitter del Papa. Me da que no le agradan nada semejantes arrebatos sociales en el confín noroccidental de la Península.

Pero volvamos a nuestro Nacimiento, un auténtico elemento aglutinador de los vitorianos al margen de las creencias (o falta de ellas) de cada cual. La representación inerte de La Florida trasciende la fe para integrarse en tantas biografías como ciudadanos y ejerce de eslabón generacional. Nos llevaron a verlo de críos, cuando se estilaban las manoplas de lana, y regresamos décadas después llevando de la mano a los hijos. El paisaje natural ayuda mucho. Parece que primero se colocaron las imágenes y después se creó el manto adecuado, ‘ad hoc’ para la ocasión. Se trata de una simbiosis perfecta entre el continente y las figuras, donde el verde característico de la ‘Green Capital’ sustituye a los tonos ocres de Oriente Próximo.

A principios de esta semana que ya concluye el parque decimonónico amaneció policialmente ‘sitiado’. Agentes locales y ertzainas vigilaban la instalación del Belén anual que susurra con precisión suiza lo mayores que nos estamos haciendo. Es una lástima que deban congregarse en torno al Nacimiento para evitar el vandalismo de descerebrados de tres al cuarto a quienes solo se les ocurre destrozar imágenes en gamberradas sin gracieta alguna. No pude comprobar si a la caverna entraban la mula y el buey, escoltas bíblicos del Salvador. Confío en que sí, en que el hallazgo de Benedicto XVI no cale en esta ciudad lluviosa. Podría suceder que una revisión histórica del misterio dejara paso a una realidad desnuda sin gruta, sin padre, sin madre y sin hijo, sin estrella oriental ni Reyes generosos. Y eso, al margen de la fe, nos privaría de la hermosa postal navideña en La Florida. El Papa contradice a Paco Martínez Soria con su intento de desmontar el Belén. Stop.