Mobiliario urbano por ÁNGEL RESA
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‘Made in USA’ canta el poder norteamericano a través de los iconos del capitalismo
Aquí miramos a Estados Unidos con más rencor que simpatía, al menos en voz alta. Que ya se sabe que luego, en la intimidad, unos hablan catalán y muchos caen rendidos ante la imaginería norteamericana. Recuerdo hace bastantes años a un líder muy relevante de la entonces Herri Batasuna fumando un Winston en la calle San Antonio, con pantalones Levis y zapatillas deportivas de allende los mares. Un ejemplo evidente de que los iconos del Tío Sam habitan en nuestras almas como la solitaria se apodera de los cuerpos.
Si no, de qué la muestra ‘Made in USA’ iba a prolongarse tantos meses. Se inauguró en la sala que la Caja Vital (Kutxabank sección Álava) dispone en la Plaza de los Fueros antes del verano con el propósito de cerrarla en septiembre. Pero es tal la acogida del público -bastante gente contempla el universo estadounidense con gusto para despotricar de los ‘yanquis’ a la salida- que permanecerá abierta hasta el día 14. Se trata de una exposición muy en la línea de Fernando Martínez de Viñaspre, comisario de tantas otras. Abigarrada, colorista, ideal para alojarse en el cerebro a partir de impactos visuales sin necesidad de rumiar pensamientos.
El carrito de ‘pop corn’ ejerce de anfitrión. Sus tonos blancos, azules y rojos nos mueven a las convenciones políticas de demócratas y republicanos, unidos por esas banderas de media circunferencia que todo lo invaden. Clint Eastwood, presente en la muestra dedicada al cine con su rostro de duro granítico, apoya al partido del elefante, el de la derecha desreguladora que opta a la Casa Blanca con el mormón Mitt Romney para adelgazar estructuras federales. En ese rincón de la sala cabe la omnipresencia de Marilyn Monroe; el feo, fuerte y formal John Wayne; el despiste intelectual de Woody Allen; los muñecos de la factoría Disney; estatuillas de los Óscar; y el vestido que Rita Hayworth, aquella mujer de origen gallego que quitaba el hipo, vestía en Gilda. Sí, la película del guante quitado a ritmo de ‘streptease’ donde Glenn Ford abofetea a la diva.
El certamen es un canto al orgullo norteamericano, un pueblo satisfecho de exportar grandes creadores y, sobre todo, firmas líderes del capitalismo imperante. Ensalza la literatura de Hemingway, Mark Twain, el Allan Poe de rostro tormentoso y cuentos terroríficos, Dos Passos y los superhéroes de los cómics que se alzaron a la gran pantalla. Más allá se rinde tributo a dos monarcas, el rey del rock (Elvis Presley) y el del pop (Michael Jackson). Madonna insinúa su provocación desde una foto en la pared y cerca se distinguen obras germinadas por Andy Warhol, sumo sacerdote del ‘por art’.
Existe, cómo no, un guiño al deporte profesional, con proyecciones de partidos de la NBA, las camisetas de Jordan y Pau o el mayúsculo guante de béisbol. Hay ejemplos renombrados de ese poder amedrentador, tantas veces efímero, de triunfadores sumergidos en el mar de la desgracia. A Marilyn se le fundió el foco de la vida con 36 años, Michael Jackson legó su extravagancia a los 50, Hemingway adaptó a la boca el cañón del arma que le perforó para siempre y aquel Elvis cautivador que cantaba maravillosamente terminó gordo en el escenario con trajes recargados como los de los toreros.
La exposición se detiene en el atentado a la gastronomía mediterránea que es la comida rápida de hamburguesas gigantes y perritos con tomate en sobres mientras el símbolo de la Coca-Cola condensa el imperio. Y desemboca en la arrogancia tecnológica que representan las magnas empresas de ordenadores, los automóviles grandilocuentes, la Harley Davidson, el tractor John Deere que nos conduce por los vastos trigales norteamericanos, el cohete espacial, las imágenes humanas en la Luna y el Boeing que saja los cielos. La muestra nos recibió con la voz genuina de Elvis y nos acompaña hasta la despedida con la fuerza devastadora de Bruce Springsteen en su ‘Born in the USA’. Adiós al parque temático.