MOBILIARIO URBANO por Ángel Resa
Los pacientes riojano-alaveses pagan las rencillas institucionales
Al margen de virus, la gente terminará enfermando por la incapacidad de los representantes públicos para alcanzar acuerdos. El presidente de la comunidad autónoma y unicelular -perdón, uniprovincial- de La Rioja, Pedro Sanz, ha levantado una empalizada a los alaveses de la comarca que recibían asistencia médica en Logroño. Ha dicho que ya basta de hospitalizarlos en su feudo sin compensaciones a cambio. Dicen que el derecho a la salud es universal, y que nadie lo toque, pero por estos lares aún cubrimos el diámetro de un cráter con la tapa de una cazuela.
Oion se ha alzado frente al veto. Un ejército civil de 3.000 personas se ha echado a la calle sin otras armas que cartulinas de protesta en las manos. La localidad se encuentra dentro del territorio histórico porque en algún sitio hay que fijar las demarcaciones administrativas. Pero está a cinco kilómetros y medio de Logroño y a una hora de autopista con respecto a Vitoria. Al final, quienes pagan los combates institucionales son los pacientes, que ven a dos púgiles tirarse golpes sin abrirse una ceja mientras los espectadores se ponen la ropa perdida de sangre en sus asientos.
Es una consecuencia de la manía por el minifundio y la parcelación, incluso cuando se atenta contra un bien básico del personal y el sentido común que, una vez más, aparece como el más extraño de todos cuantos traemos de serie en el momento de nacer. Parece lógico atender a un tipo de Laguardia en Logroño o a una treviñesa de las tierra del señor conde en Vitoria, pero aquí piden la palabra cuestiones tan espinosas como los distintos niveles de sanidad pública según las autonomías o la escasez de recursos económicos que afecta a todas. Si nadie es inmune a la enfermedad, ni el tato se libra de esta crisis enfermiza.
Por las calles de la capital de La Rioja se oye que el conflicto hospitalario que afecta a los alaveses de la zona guarda relación con inquinas pasadas. La comunidad que preside Sanz mantiene una enemistad vieja con Euskadi por nuestro régimen foral que nos permite enredar en los asuntos de la tributación. “Las vacaciones fiscales han hecho mucho daño aquí”, me dijo este misma semana una amiga en las calles aledañas a Laurel, con la que componen la célebre ‘senda de los elefantes’. Todos recordamos aquellas exenciones de impuestos a empresas para que se establecieran, por ejemplo, en Álava. El Gobierno riojano siempre se opuso mediante reclamaciones y Europa lo ha hecho por la vía de exigir las devoluciones. España, en cambio, acaba de reprender al castigador con el aviso de que ya vale de juegos infantiles.
La venganza es un plato que se sirve a temperatura ambiente invernal y recurre a temas relevantes antes de girar la factura. Puede que el problema sanitario se utilice como raqueta para restar el saque. O, tal vez, el miedo a los recursos menguantes establezca un orden de prioridades por el que primero curamos a los de casa y luego cosemos a los peregrinos. En tal caso, cabe recordar que los hospitales vascos también atienden a riojanos. Que se sepa, y hasta el día de hoy, todos somos seres humanos. Lo que no tiene un pase es tratar a los damnificados por el asunto como pelotas de tenis para convertirlos en enfermos de ida y vuelta.
Antes que dejar la resolución de los conflictos en manos del rencor político, propongo arreglar el asunto desde el deporte. ¿Qué tal un regreso al fututo para enfrentar en los cuadros alegres a Panaderito de Oion y Titín III, célebre y longevo rematador? Ignoro si contribuiría a archivar el caso, pero nos íbamos a divertir más. Incluso el alcalde de Oion, acampado en El Espolón cerca de la estatua de Espartero, cuyo caballo gasta fama de atributos. Para algunos, tan grandes como los del regidor. Otros consideran que los barones utilizan a Garrido para no mancharse el traje.