No hay emoción, sentimiento o pensamiento que no hayan vivido ya los dioses griegos. Ellos lo dejaron todo dicho, así que vayamos al grano.
El dios Aqueloo -la serpiente de la foto- tuvo sus más y sus menos con Hércules a cuenta de Deyanira. Ambos aspiraban a llevarse a la chica -bastante guapa pero también peligrosa de lo simple que podía llegar a ser- así que llegaron a las manos. Y no es lo mismo una bronca de bar que una lucha entre un dios griego y una bestia del tamaño de Hércules. El poeta romano Ovidio describe la batalla en ‘Las Metamorfosis’. Aqueloo no tenía ninguna posibilidad pese a que era capaz de transformarse en río, en toro y en serpiente. Herculés se burló de él, le zurró bastante y finalmente le aplastó la cabeza, cuando tenía su forma taurina, contra el suelo. Le rompió un cuerno, que las náyades conviertieron en el cuerno de la abundancia. Hercules se llevó a Deyanira y allí comenzó su fin, pero esa es otra historia.
Aqueloo, según Ovidio, resumió su batalla con una frase que es la que viene al caso:
– “No fue deshonroso haber sido vencido sino decoroso haber luchado”.