Es un término de origen militar. “Blindar” quiere decir “proteger exteriormente con diversos materiales, especialmente con planchas metálicas, las cosas o los lugares contra los efectos de las balas, el fuego, etc.”. Así lo dice el Diccionario, que incluye otra acepción por la que blindar es introducir alguna cláusula que garantice una indemnización al rescindir un contrato laboral. Pero puede la idea primigenia de protegerse de los tiros.
Entraría como una metáfora en el lenguaje político, pero ha gustado. De un tiempo a esta parte la manía de blindar hace furor, lo que da idea de nuestro afán expeditivo. Todo son propuestas para blindar cosas. Los políticos quieren blindar lo que hay o sus ocurrencias. Buscan crear espacios protegidos contra veleidades presentes o futuras. Como éstas sólo pueden venir de la política, buscan protegerse de sus propias decisiones.
¿Qué quiere decir que el Parlamento de Catalunya, tras cargarse los toros en tan oprimida nación, decidiera “blindar” los “correbous”? Es muy raro, si se tiene en cuenta que sólo los podría suprimir el Parlamento. El Parlamento se protege contra el Parlamento. ¿Hacía falta? ¿O significa que el Parlamento del futuro no podría liquidarlos si cambia de opinión?
Lo mismo puede decirse de las propuestas para que el PP y el PSOE “blinden” los toros en Madrid o Andalucía. Ambos coinciden en esto y juntos tienen mayoría más que holgada: no se ve contra quienes quieren proteger los toros. ¿Contra ellos mismos? ¿Contra cambios futuros? ¿La soberanía actual puede atar a la futura?
Pero se trata de blindarlo todo. Está la idea del Gobierno de “blindar” la Fiesta Nacional del 12 de octubre – sin que quede claro cómo se haría, a no ser que los cafres abucheadores estén puestos por los partidos – o de “blindar” el AVE a Galicia. Se quiere blindar la tarifa plana de Internet (no extenderla: blindarla), las inversiones en Andalucía, la educación en Extremadura, blindar varias partidas del presupuesto. No hay forma de entenderlo. ¿Vamos a un esquema asimétrico en el que las presiones locales o intereses sectoriales primarán a priori determinadas inversiones? Así los representantes de la soberanía quedarán ya circunscritos por blindajes. ¿Llegará a ser imposible discutir anualmente criterios generales?
A veces hay propuestas chocantes, como la idea de la Generalitat de Valencia: modificar su Estatuto “para blindar las inversiones del Estado”. El Parlamento valenciano le dirá al Estado cuánto tiene que invertirle y quedará para siempre al margen de la voluntad soberana. Un país de cuotas geográficas y sectoriales, así será España cuando terminen los blindajes.
Rajoy propone “blindar” la Caja Única de la Seguridad Social “para evitar tentaciones, tanto presentes como futuras”. El propósito parece loable, pero el procedimiento se antoja extraño. Cualquier modificación de la voluntad mayoritaria de las Cortes echaría al traste el blindaje. No se ve para qué serviría, pues no se pueden impedir cambios de mayorías ni de opiniones. Las políticas venideras no las garantizan decisiones draconianas del momento, sino el mantenimiento de las voluntades mayoritarias. El futuro no se puede atar. Aunque forma parte de la naturaleza del político querer legislar para la eternidad. O, al menos, blindar el porvenir.
Publicado en Ideal.