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Modelo andaluz

Fascina la creatividad autolaudatoria de las autonomías. Nuestra autonomización provoca ríos de cantos a nosotros mismos. Cualquier político local que se precie afirma que su iniciativa es pionera. Haga lo que haga. Así, por ejemplo, Andalucía tiene una Ley de Muerte Digna “pionera”, una Ley de la Dehesa “pionera” y un Reglamento de Disciplina Urbanística, “pionero en España”. Al decir de sus promotores. Todo lo que hacen nuestros mandos da en pionero. Los vascos se ven “pioneros en la educación”, en el “pintxo” y “las olas y el surf” (sic), entre mil cosas más. Los valencianos tienen “un método pionero” contra la obesidad infantil (también en sostenibilidad y en béisbol). Murcia ha creado un plan pionero para evitar adicciones. Los catalanes se ven pioneros en casi todo: su programa para la convivencia entre sanitarios es pionero y tiene un banco pionero para muestras biológicas, un programa pionero para conseguir una orientación laboral y profesional entre los jóvenes, y son pioneros en el control médico para prostitutas, pioneros para terapias naturales y hasta en piensos experimentales. Rara vez el catalán hace algo que no sea pionero.

Al político español no le gusta copiar lo que funciona por ahí. Tiene que dar la nota, ser pionero, la envidia del mundo. A lo mejor en tal afán de originalidad radican algunos de nuestros problemas. ¿No nos iría mejor de segundones, aprendiendo y adaptando? No se ve la necesidad de dar siempre los primeros pasos en todo.

La lengua autonómica pretende dar lustre y enjundia a todas sus realizaciones. Así, en el País Vasco se habla de decenas de sistemas, sea sistema vasco de salud, sistema financiero vasco, sistema bibliotecario vasco, etc. Pero cada autonomía ha desarrollado su jerga. No faltan en Andalucía las alusiones a sistemas (sistema andaluz de empleo, por ejemplo), pero por los extraños vericuetos del alma autonómica de la patria, gusta más “modelo”. Hay cantidad de “modelos andaluces”.

En otros lares el término queda para las pasarelas, pero en Andalucía (también sucede en Valencia o Cataluña) lo que más gusta a los jefes es tener modelos, sea el modelo andaluz de acreditación sanitaria, el de predicción arqueológica o de gestión en la asistencia a víctimas, el de calidad sanitaria, el modelo educativo de la Comunidad andaluza, el de agente urbanizador o el modelo andaluz de desarrollo del empleo y el de desarrollo rural. Todo es modelo, como el de crecimiento económico o el imprevisible “modelo policial de Andalucía”.

Tiene su miga el uso del término “modelo”. No remite a la gestión local de un servicio común para toda España, sino lo contrario, la invención autonómica de un todo. Sugiere estructuras racionales, fruto de la previsión de sus gestores y de su iniciativa creativa, además de esquemas propios, una suerte de identidad tenocrática. Cuesta localizar en qué se diferencia un modelo de los demás. Lo importante es que se afirme, lo que da aire de originalidad.

En el Diccionario puede la idea de que el modelo constituye un ejemplo a seguir. No es el sentido en que se usa, pero también subyace esa impresión. Como con el término pionero, cada autonomía lo predica de sí misma: se ven como arquetipos, sin que los demás lo consideren modelos o le presten atención. Es sólo un concepto autorreferencial.

Publicado en Ideal

Por Manuel Montero

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