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Afirmación soberanista

El artículo “Hoy hace cinco años perdimos una oportunidad…” que publica Juan José Ibarretxe sitúa al nacionalismo vasco en su laberinto. ¿Seguirá el PNV aferrado al periodo soberanista? No sólo al soberanismo, sino a la épica de la década que terminó en 2009.

Recuerda el antiguo lehendakari que hace cinco años defendió en las Cortes su Plan. Dice que fue un momento maravilloso, complicado y emocionante. Quizás siente que el más importante de su carrera.

Desconcierta la forma en que se identifica con el Pueblo vasco. “Nunca como aquel día he sentido tener a mi Pueblo tan cerca”. “Un Pueblo se reconoce en sus dirigentes cuando estos hacen suyo aquello por lo que lucha”. “Cinco años después, yo sigo amando, confiando, creyendo en mi Pueblo”.

No presenta al Plan como una alternativa del nacionalismo – nombre que no emplea -, sino como la del Pueblo, concepto que en su expresión excluye a los no nacionalistas. El Plan estaba lleno de virtudes, cree. Permitía avanzar en “la resolución del conflicto vasco” y en “resolver el problema de la violencia y construir la Paz”. No sabemos cómo hubiera logrado ambas cosas.

A no ser que se piense que el logro de las aspiraciones del nacionalismo acabaría con los problemas. ¿Por eso se rompieron los acuerdos que dieron vida al Estatuto?

No sólo eso. Resulta ahora que el “Nuevo Estatuto Político Vasco” servía para que se reconociesen las identidades vasca y española, cuando el soberanismo quiso construir un País Vasco basado sólo en la identidad vasca según la concibe el PNV. También profundizaba “en la democracia económica” y reaccionaba “ante la corriente de individualismo atroz que invade al mundo”.

El Plan era la madre de todas las salvaciones.

Frente a la idealización épica del proyecto soberanista, el mal. PP y PSOE se opusieron por intereses mezquinos, viene a decir. Quisieron “humillarme”, dice, “pero no lo consiguieron”. Actuaron por venganza. También para desplazar al PNV por medios espurios.

Para el antiguo lehendakari el problema es la Ley de Partidos, no que haya grupos que acepten el terrorismo. ¿Puede concebirse que la democracia admita en política a quienes la combaten con las armas, las alientan o les sigan el juego?

Continúa el esquema de la década soberanista: el Pueblo vasco como víctima, el nacionalismo como representación del Pueblo vasco. La identidad (nacionalista) vasca sobre todas las cosas.

Sorprende que se prescinda de las circunstancias concretas de hace cinco años. Insiste en que el Plan lo apoyó la mayoría absoluta del Parlamento vasco y la identifica con el Pueblo Vasco. Olvida que fue mayoría lograda con votos de Batasuna, reacios a la democracia. Olvida que en las Cortes fueron más los diputados vascos que votaron contra el Plan que los que votaron a favor, por lo que la idea de representación del Pueblo vasco no resulta consistente.

Fue una alternativa política del nacionalismo vasco que fracasó, en uno de los pasos que tenía que recorrer conforme a las reglas del juego. No la apuesta del Pueblo vasco entendido como un bloque sin opciones plurales.

La realidad actual la interpreta según estos esquemas del periodo soberanista. De ahí la imagen agónica del actual gobierno vasco, al que presenta como un usurpador, que asegura desmonta la identidad vasca. La afirmación requeriría un desarrollo argumental más preciso. Aunque quizás está claro: cualquier gobierno cuyo principal objetivo no sea desarrollar identidades al modo nacionalista desmonta la mentada identidad. Por tanto, busca la “dormidera social” de Euskadi. O identidad o adormecimiento. Son esquemas de lucha. La política concebida como un combate de esencias.

El antiguo lehendakari llama a la épica, a una suerte de heroísmo del Pueblo vasco.

Estos conceptos parecen de otra época.

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Por Manuel Montero

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