Se aman, ETA y la abertzalía. La semana pasada la organización terrorista felicitaba a su izquierda abertzale “por la fuerza y la firmeza”. Se le notaba contenta con ella. La izquierda abertzale le contesta ahora. Valora de forma “muy positiva” aquel comunicado. Dice que coinciden, que ambos comparten entusiasmo por lo que les importa ahora, el “proceso democrático”. Son cartas de amor.
Esta correspondencia apasionada tiene aire de sainete. Quizás por eso suelen hablar del “escenario vasco”. Verán a la sociedad vasca como un teatro. Ellos son los protagonistas, los demás los títeres.
Nada nuevo bajo el sol.
Se habrán quedado de piedra quienes se dedican a buscar síntomas de evolución de la izquierda abertzale. Imaginan cambios de matiz en su lenguaje que indicarían su marcha hacia vías políticas. Estos hermeneutas son unos héroes. Es como si un geólogo se coloca con un cronómetro para medir la velocidad con que se mueve el continente. Una diferencia: sabemos que existe la deriva de los continentes, aunque sea lenta, y no hay experiencia de cambios en la izquierda abertzale. No en lo que se refiere a la condena del terrorismo, lo único que tendría interés.
¿Algo se ha torcido en el último melodrama urdido por el mundo de ETA? Uno tenía la impresión de que estaban haciendo el paripé de que la izquierda abertzale hacía como que apostaba por la vía política – ahorrándose condenar el terrorismo, faltaría más – y de que ETA seguiría en lo suyo, haciendo como que no interfería. Un divorcio pactado, a ver si cuela y la izquierda abertzlae logra presentarse a las próximas elecciones.
Aunque sean de mentirijillas, de los divorcios se derivan grandes males, han debido de pensar. ¿Temen que alguno piense que se separan en serio? O ni siquiera aguantan la idea de que nadie les crea divorciados. Por eso se declaran su amor irrefrenable.
Así, todo está como estaba. Seguimos con los dos neologismos, el “proceso democrático” y el “polo soberanista”, y con los recursos retóricos tradicionales. Menos ellos, todos están “apostando por el inmovilismo”: lo dicen los únicos que no se han movido nunca. Hablan de “la vieja y caduca receta de la represión”, otra de sus fórmulas mágicas. Llevan años diciendo que “no valen ya las viejas recetas del pasado”, por lo que todos debemos apechugar con las recetas del terror, más antiguas que Matusalén. Lo repiten siempre como si fuese una nueva ocurrencia. También se preguntan si el PNV quiere cambiar “el escenario vasco”, otro fetiche.
Lo mejor es el corolario. Ven “síntomas de nerviosismo en algunos” por el debate batasuno. Llevan toda la vida viendo nervios en los demás a cuenta de sus reflexiones, valga el oxímoron. Se creen el centro del mundo. Creen que los demás no tienen otra cosa en que pensar.
Amor con amor se paga y la misiva de ETA de la semana pasada ha sido respondida con pasión.
Aunque la imagen final es la de que aquí no hay amor entre dos, sino que es uno el que se lo declara a sí mismo. Onanismo político se llama la figura.