“Una forma de pensar” se titula el primer capítulo del libro “Los conceptos del soberanismo”, que presenté este miércoles en Vitoria y el jueves en Bilbao. Recojo aquí el comienzo del texto:
El nacionalismo vasco presenta algunas particularidades ideológicas. Se mueve en parámetros distintos a los habituales en los movimientos políticos de hoy en día, lo que hace que a veces sea difícil captar las implicaciones de sus propuestas.
Tiene determinados planteamientos para el País Vasco – la independencia, la normalización… – pero lo distintivo es que existe además una mentalidad nacionalista. Caracteriza a ésta unos esquemas propios, en los que tienen un gran peso las creencias, los postulados axiomáticos, que constituyen la columna vertebral de su ideario. Determinadas expresiones – Euskadi, Euskal Herria, independencia, autodeterminación derechos históricos, territorialidad, proceso de paz… – cumplen la función de argumentos completos. Basta su enunciado para evocar posturas políticas, propuestas o actitudes.
El lenguaje nacionalista – que también existe como tal – sirve con frecuencia para que las expresiones, el uso de las palabras, sitúen la posición pública del orador, incluso su grado de radicalidad. En estos tiempos será diferente, por ejemplo, si habla de Euskadi o de Euskal Herria, si dice País Vasco o Pueblo Vasco, terrorismo o lucha armada, convivencia o identidad. Y un largo etcétera. En buena medida es un lenguaje connotativo, que sobre todo comunica posiciones asentadas. Más que argumentaciones.
La construcción conceptual del nacionalismo vasco tiene rasgos propios. El entramado lo componen algunas afirmaciones centrales repetidas una y otra vez, así como aparentes elipsis, un lenguaje específico y fórmulas expresivas cuyas implicaciones apenas las captan quienes no son nacionalistas. La distinción permanente entre lo propio y lo ajeno, el sentido trascendente de formar parte de una trayectoria secular de resonancias milenarias, la idea de un colectivo que se impone sobre lo individual y lo condiciona, el convencimiento de que existe una misión para esta generación, etc., crean unos esquemas intelectuales distintos a los del uso común.
El nacionalismo vasco es un pensamiento, pero también una forma de pensar.
Todo gira en torno a lo propio y sobre el repudio de lo ajeno. Conlleva una aspiración política, pero también el propósito de lograr profundas transformaciones de la sociedad, en un sentido identitario. Se basa en la creencia, también, de que existen criterios morales propios, legitimados por la noción nacionalista de Pueblo Vasco.
Caracteriza al nacionalismo vasco otra circunstancia peculiar. Su objetivo político inmediato no es conseguir un Estado para la nación vasca. Lo que busca es construir una nación. O, mejor, un pueblo con identidad. Es la prioridad. No relega la posibilidad de un Estado propio, pero lo fundamental – sería también la finalidad de tal Estado – es construir el pueblo vasco nacionalista. ¿Cómo se construye una nación? Para el nacionalismo vasco el camino no es lograr adhesiones políticas, aunque éstas serán siempre bienvenidas, sino cambiar la sociedad vasca. Transformarla. Dotar a los ciudadanos vascos de la identidad vasca que imagina el nacionalismo.
Tampoco la identidad es preexistente. Se crea ideológicamente, a partir del postulado de que debe ser diferenciadora.
De “Los conceptos del soberanismo. Planteamientos doctrinales del nacionalismo vasco, 1977-2009”, ed. Ciudadanía y Libertad, Vitoria 2009.