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Urgencias electorales

En toda la palabrería que vierten los candidatos para las elecciones de mayo hay algunas ausencias gravísimas. En esta legislatura se han planteado con particular virulencia algunas fallas cruciales en la administración local. Convendría saber qué van a hacer los partidos políticos para afrontarlas. Problemas que se dan en toda España, no los van a resolver los brujos autonómicos sin que los partidos nacionales (que son los suyos) les digan algo.

Está la megalomanía de los gestores locales, que invierten muy por encima de las capacidades económicas, convencidos de que ya llegará la derrama y aquí paz y después gloria. Con frecuencia lo han hecho en infraestructuras inservibles. Los aeropuertos fantasmas han proliferado estos años. El de Castellón lo han inaugurado sin aviones y con dudas de que lleguen. El de Lleida tiene menos de 50.000 viajeros al año. El de Ciudad Real ha acabado como el rosario de la aurora. En el aeropuerto de Albacete llevan 9 pasajeros por vuelo. Y están los de Huesca, Burgos, León, el de Teruel que quieren para aparcar y desguazar aviones…

Es un despropósito: no hace falta ser un especialista para saber que hay aeropuertos que no van a funcionar. Tras el fracaso sigue el despilfarro: se financian vuelos baratos y estudios para impulsarlos. No porque tengan una demanda oculta, sino para dar apariencia de vida a inversiones catastróficas. Se buscan infraestructuras faraónicas, no que sean rentables. ¿Resulta viable que España tenga la segunda red de alta velocidad del mundo, por delante de Japón o Francia? ¿Qué pasará si con el tiempo resulta que no tiene rentabilidad social y es un desastre económico?

Hoy por hoy se da por buena la alegría del localismo, dispuesto a zamparse el futuro económico por quítame allá esa inauguración faraónica. Convendría saber qué van a hacer los partidos para acabar con el derroche. Aquí no vale que acusen a los otros de despilfarro, pues todos han tenido vela en esta juerga.

Tampoco hay propuestas sobre la tara más grave que presenta la gestión local, los casos de corrupción, que también es mal general. Se plantea hoy en grado mayor que en épocas anteriores. Ya no sólo afecta a los municipios erigidos sobre la especulación inmobiliaria, sino que las sospechas (o evidencias) los sitúan en los entornos de los dirigentes autonómicos o en municipios y diputaciones de envergadura.

Los partidos no dicen cómo afrontarán el problema. Se limitan a hacerse propaganda como el paradigma de la honestidad, frente a los contrarios, proclives a la corruptela. Ni siquiera nos dicen qué harán si descubren entre los suyos a algún desalmado que hace de su capa un sayo. Cabría suponer que les daría particular rabia descubrir a algún mafioso emboscado en sus filas, pero les sale alguna comprensión, que suena a encubrimiento. Es fatal.

No puede ser que el planteamiento electoral sea qué desgastará más a los propios, si el Gürtel o los ERE. El que gane se sentirá exculpado y seguirá construyendo helipuertos y aeropuertos, que acabarán reconvertidos en pistas de patinaje. Entonces regalarán patines, para que a toda costa se use su gran obra.

Si nos intervienen será difícil convencer a la UE de que los financieros internacionales son “los culpables de la crisis” y nosotros unas meras víctimas de la especulación ajena.

Publicado en Ideal.

Por Manuel Montero

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abril 2011
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