Decíamos ayer que en estos tiempos de crisis surgen en la parla nacional nuevos conceptos, de aire más bien tenebroso. Uno es “la caída de España”, de uso habitual y amenazador. Hoy toca otro ejemplo también contundente.
A grandes catástrofes conceptuales, grandes remedios lingüísticos. Todos temen nuestra inminente caída, pero al mismo tiempo están “impresionados” por los hercúleos esfuerzos que realizamos para evitarla.
Sea porque las notas de prensa no se andan con chiquitas, sea porque los líderes europeos son propensos a emocionarse, la idea se ha impuesto en el relato de nuestras desventuras.
¿Se reúnen a principios de mes los ministros de Finanzas de la zona euro y escuchan a Salgado sobre cómo nos seguirá apretando el cinturón? Pues se quedaron “impresionados” o “muy impresionados”, que de ambas formas describen las crónicas su sensación, al enterarse de lo que nos caerá encima. Y no es la primera vez. Llevan medio año impresionándose por nuestros planes de ajuste: como nosotros, pero en cabeza ajena.
También a Van Rompuy, el presidente de la cosa, le parecen “impresionantes” las medidas contra la crisis – “José Luis, has cogido el toro por los cuernos”, y menos mal que dijo cuernos-. Es hombre que se conmueve con facilidad. Hay muchos ejemplos. Entre ellos, el de octubre de 2009, cuando se dijo impresionado con el presidente de Gobierno. En junio el FMI se declaró también “muy impresionado” por nuestro ajuste. Hay consenso.
Y ahora Merkel, que parecía más dura, asegura que se siente “impresionada” por las medidas que toma España.
No dicen que las medidas les parecen oportunas y suficientes, lo que supondría algún compromiso. Dicen que se sienten impresionados: tienen “conmovido el ánimo hondamente”. Resulta más neutral y menos comprometido. Se quedan de un aire, pero también hay quien se impresiona si se le aparece un hombre-lobo por la noche.
El concepto “gobernantes impresionados” por cómo nos ajustamos al ajuste resulta aún más inquietante que el de “la caída de España”.