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La cabeza del lehendakari

¿Lo dijo literalmente o es interpretación periodística? Viene a ser lo mismo, pues se ha entendido que fue al pie de la letra. Urkullu ha puesto precio al apoyo del PNV el año que viene: “la cabeza del lehendakari”. “No van a tener mi cabeza” replica Patxi López, que se conoce le tiene apego (a su cabeza). Se autodecapita, viene a contrarreplicar Ortúzar. El discurso político adquiere un sorprendente aspecto cinematográfico, con varias hipótesis simultáneas. El PP es quien coloca “el lazo” al cuello del lehendakari, asegura Ortúzar, y la imagen tranquiliza porque tras lo de Urkullu uno se imaginaba la cabeza de Patxi guillotinada o como la de San Juan Bautista cercenada para contentar a Salomé. Pero el líder vizcaíno del PNV imagina a la vez distintas decapitaciones, se nota que le gusta el tema. “Él solito se la está cortando [la cabeza]” y uno se imagina a López seccionándose el cuello lentamente con una sierra, para más sufrir, a la vez que el PP le ahorca.

Este grafismo literario se encuentra entre las novedades más interesantes de la vida política vasca. Nada que ver con la rigidez verbal del soberanismo ibarretxiano. Ahora todo se asemeja un reality show descarnado. A Patxi “le han dicho que saque la navaja y la ha sacado de mala manera”. El lirismo de Ortúzar impresiona. “Le han dicho […] que el PNV le estaba comiendo la tostada”. Por fin tenemos un lenguaje que transmite emociones. López es “el lehendakari Pinocho”: “vive esclavizado en la mentira”. Ha de agradecerse esta revitalización expresiva, aunque no llegue a gongoriana.

No es de estos días. El discurso nacionalista se aleja de la austeridad verbal del antiguo lehendakari. Ibarretxe era en esto cartujano. Le valía repetir que “los vascos seremos lo que queramos ser” y lo del “pueblo antiguo, pacífico y trabajador”. Una vez y otra. Aún así, le debemos metáforas impagables: “el tren del futuro está en marcha”, “tú eres la llave” para abrir el nonato referéndum, “como Aníbal buscaremos los caminos y si no los encontramos los inventaremos”, además de su clásico “pisar por donde pisa el buey”, hermosas imágenes que forzaban a adivinar qué querría decir. Pero fueron pocas para diez años y al final tanta “normalización” y “ser para decidir” se hacía cansino. Previsible.

En los nuevos tiempos el lenguaje nacionalista se ha poblado de tropos, de frases hechas, de retórica. El responsable máximo de la dicha es Urkullu, que a veces incluye más de una por discurso. Un ejemplo: resulta admirable las dos que ha cuajado estos días en una sola frase, para referirse al lío de la izquierda abertzale: “es el momento de echar toda la carne en el asador, pero sin cheques en blanco para nadie”. Ahí queda eso. ¿Qué es el acuerdo entre PP-UPN y PSN-PSE?: “un pacto de hierro”. ¿Es incongruente? No importa: puede la solidez de la imagen.

El gusto de Urkullu por el lirismo viene de atrás. Al pactar PSE y el PP se esmeró: “una zarzuela española dictada desde Madrid”, un “matrimonio de conveniencia”, “un Gobierno de atajo”. Euskadi “no es el islote de Perejil”. El habla nacionalista da en un florilegio de metonimias y vistosas figuras poéticas. Se agradece.

No tienen sentido las disquisiciones de si Urkullu va de soberanista o de moderado. Va de las dos cosas – el PNV resolvería un debate entre vegetarianos y carnívoros poniendo carne con verduras -, pero sobre todo se asemeja a un bardo. Su gran aportación es una oratoria de frases rotundas.

El gusto metafórico de Urkullu tiene dos notas inconfundibles. Primero, el afán por la hipérbole, tirar por elevación. Da en tremendista. “Golpe de Estado institucional”, para referirse al pacto PSE-PP. Es “el Gobierno de la venganza (contra el PNV)”, que provoca una “sibilina laminación del autogobierno”. El pacto fue otro “23-F”. “ETA y PSOE” son una “piña” para “desplazar al PNV” – lo dijo en su día -. PSOE y PP tienen “una estrategia de Estado para debilitar los nacionalismos”, en la que está metido el Rey. Todo a lo grande. Gusta este tono apocalíptico, el victimismo que cree en conspiraciones contra el PNV. Que se entere la gente.

Y está su gusto por la metáfora concreta, cotidiana. El Gobierno vasco (el de ahora) sigue “la estrategia del cangrejo, hacia atrás”. “Nuestra parada (la del PNV) es técnica, sólo para coger aire”. “Llegará el ojo del huracán” y después “la cola de la tormenta”, por lo que hay que estar preparados. “Empieza el derribo”. “Le va a salir caro al PSE” pactar con el PP. No sabe “a qué carta juega” Patxi López. Ni “a qué carta quedarnos”.

En este universo argumental todo es concreto, material, corpóreo. No viene mal prescindir de la abstracción, tras tantos años sin pisar el suelo. A veces la pedagogía se tiñe de lirismo. Lo dijo el pasado año: “han pasado cien días, que en realidad han sido cien noches, y el Gobierno no ha amanecido”. Patxi López “vive de la resaca” del trabajo del gobierno anterior, metáfora rara, por las dificultades de vivir de las resacas, sean marítimas o de las otras.

Al jefe del PNV le arrebata su pasión por una buena frase. Asegura que estamos “a las puertas de grandes y profundos cambios, de vuelcos políticos” – ¿una sinécdoque? –. “Los ingredientes se van acumulando en la cazuela”. ¿Los ingredientes? Entre otros, “pactos contra natura”, “descrédito de la clase política”, “cortoplacismo espeluznante”, “jueces, corrupción, Iglesia”. Nada menos. “Nada, visto así, hace augurar un resultado feliz de todo esto”. Menos mal que el PNV “está tranquilo y mira ya al futuro con una perspectiva de positivismo (sic)”, tal y como aseguró otra vez. Todo es tangible, “el primer reto que tenemos es el de arrimar todos el hombro, aportar nuestro granito de arena”.

Siempre nos quedará el PNV.

Sobre todo ahora que liquida el aburrimiento ancestral del discurso político. Urkullu, el héroe de esta historia, está construyendo el armazón del pensamiento nacionalista con estilo y emoción literaria.

Por Manuel Montero

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