Lo más extraño del comienzo del rescate, cuando las imágenes mostraban la cápsula al llegar al fondo de la mina, era la sensación de normalidad, de tranquilidad, como si no hubiese ansiedades. Los mineros atrapados la miraban y habría nervios, pero no lo parecía. Después le ha tocado entrar en esa especie de jaula cilíndrica a Florencio Ávalos, el primero en salir, y quedaba encajonado. Al final, la superficie, su hijo llorando, los abrazos, y daba la impresión de que vivía con naturalidad lo excepcional.
“Los mineros vuelven a la vida real”, lo decían por la radio. Eso ya no sé. Porque para vida real, más bien hiper-real, la que les ha tocado a estos 33 hombres estos dos meses, desde sentirse abandonados tras el accidente, hasta la localización y las semanas de paciencia e incertidumbre. Una vida bien real, cabe suponer que con su componente de irrealidad, día tras día en el fondo de la roca a la espera, rodeados por una luz rara. Vuelven a la vida, en todo caso. Seguramente no a su vida anterior, pues semejante experiencia impide retomarla como si no hubiese pasado nada, les habrá cambiado a ellos, y porque la expectación social la transformará.
Pero eso ya se verá: tras haber estado frente a la muerte estas circunstancias no dejan de ser secundarias. Lo importante es hoy el rescate, un accidente que amenazó tragedia, por una vez con final feliz. Este blog habla de héroes y suele costar encontrarlos. Aquí, en el drama y el rescate de la mina chilena, sí los hay, por las dificultades de sobrevivir tanto tiempo en el aislamiento, la fuerza de la organización, el mantenimiento del espíritu colectivo que resultaba imprescindible para conseguirlo. Y está la movilización técnica y humana del rescate, las imágenes del campamento Esperanza, al principio tensas, los últimos días con alegría contenida pero creciente. Nos hemos ido enterando de las duras condiciones laborales de los mineros del desierto de Atacama, de su tipo de vida, que desde aquí se nos antojan extremos.
Por lo que parece, los dueños de la mina San José siguen sin asumir responsabilidades. Hoy no estaban cuando empezaban a salir los mineros, o al menos no se les ha vito en la transmisión.
Todo esto tendrá su aluvión de análisis periodísticos, incluyendo los que fustiguen el acoso mediático, comenten los réditos políticos y relaten los fallos que habrá habido estos meses, dentro y fuera –son argumentos que inevitablemente forman parte del género-. Pero hoy, 13 de octubre, toca alegrarse por el rescate, porque los mineros vuelvan uno a uno a este lado de la vida, ellos y sus familias.
Es después de todo una historia heroica y conviene retener esta vez la alegría, el esfuerzo colectivo y la solidaridad.