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¿El Papa imposible?

Ha resultado chocante. La jerarquía eclesiástica ha cerrado filas en torno al Papa. Se han reunido obispos, arzobispos, cardenales… Le defienden de las críticas por el tratamiento de la Iglesia a los casos de religiosos pederastas. “Los obispos españoles defienden al Papa por los casos de abusos”, “Se suceden las voces que defienden al Papa y que denuncian los ataques de la prensa malintencionada”, “Cardenales defienden al Papa en escándalo de abusos sexuales” han sido los titulares de estos días. Se han difundido imágenes de una comida del Papa con cardenales. Le arropaban. Ha sido sorprendente. No forma parte de las tradiciones de la Iglesia escenificar apoyos al Papa, expresarlos corporativamente y demostrar la unidad en torno al pontífice.

Recuerda la costumbre local de mostrar apoyos al líder político, poniéndose todos en motrollón para la foto, como apretados y sudorosos. Los consejeros salen con cara seria tras el lehendakari – el rito era típico del periodo anterior, pero no hay que suponer que ha pasado a la historia -. O si al Rajoy o Zapatero de turno se les tuercen las cosas, sus fuerzas vivas se arraciman en las imágenes, prietas las filas. No suelen ser las escenas más afortunadas de nuestra vida pública.

Y, ahora, el clero. La Iglesia se mundaniza. Su reino también es de acá. Se suponía que según la doctrina católica el Papa es el vicario de Dios en la tierra, que su autoridad viene de arriba y que de ello depende su carisma. No necesitaba el apoyo de los fieles y de las jerarquías, sino éstos el suyo. Lo eligen, pero en la teoría la elección vendría de la inspiración del Espíritu Santo. La novedad de que la autoridad papal deba robustecerse con adhesiones crea una nueva dimensión. ¿Si los mandos eclesiásticos no hubiesen acudido en auxilio del Papa su autoridad se hubiese resentido? A lo mejor, pero contrasta con las tradiciones históricas y una legitimidad a la que se le concedía inspiración divina.

El problema consiste en si tal autoridad religiosa puede afirmarse de esta forma. ¿Será posible un Papa si depende de los apoyos que le buscan un respaldo popular o mediático?

Puede ser una transformación trascendente en los modos eclesiásticos. No se debe a que la Iglesia lo decida, sino al escándalo provocado por la increíble pasividad ante los casos de pederastia.

Desde la muerte de Juan Pablo II el carisma papal ha perdido mucho. Quizás los problemas de Benedicto XVI arrancan de la dificultad de suceder a un predecesor reverenciado. Se hereda el cargo, pero ya no lleva anexo el fervor espiritual. Incluso puede ser que levante suspicacias por ocupar el lugar del líder admirado.

De pronto la Iglesia católica adopta los mecanismos defensivos propios del mundanal ruido. ¿Tras dar el paso de defenderse colectivamente en la arena pública, podrá restaurar sus modos tradicionales? La crisis afecta a elementos espirituales que definían la legitimidad papal. La autoridad venía de arriba y el de abajo acataba y tenía fe. No lo de ahora. A lo mejor los nuevos esquemas imposibilitan la misma figura del Papa, convertido como mucho en un primus inter pares. Esto pasa por bajarse de la silla gestatoria.

Por Manuel Montero

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