Para entender de qué va el mundo conviene estar atento a las declaraciones de las Misses de los concursos de Miss, convertidas en heroínas por su capacidad de sintetizar estados de conciencia.
Por ejemplo, cuando la Miss Universo de hace un par de años, venezolana (como la actual), visitó Guantánamo recogió en su blog sus impresiones. De verdad impresionan: “¡Fue muuuy divertido!”. Decía que Guantánamo, el paisaje del horror, era un “lugar relajante, tranquilo y hermoso”. “Visitamos los campos de los detenidos y vimos las celdas, las duchas, cómo se entretienen con películas, clases de arte, libros”. “También vimos los perros militares y nos hicieron una demostración muy linda de sus destrezas”. Se enteró de todo.
Suele interpretarse que declaraciones de este tenor confirman que la belleza y la inteligencia no siempre van de la mano, contra lo que pensamos los hombres. Esta conclusión es coger el rábano por las hojas. Tales expresiones responden al ambiente intelectual que nos cerca. Se va imponiendo la superficialidad y la ligereza. Responden a un estado de ánimo colectivo, en el que hay que hablar por no callar. Como aquella Miss Carolina del Sur cuando le preguntaron: “¿Por qué una quinta parte de los estadounidenses no pueden ubicar su país en un mapamundi?” Y contestó: “Personalmente pienso que los norteamericanos son incapaces de hacerlo porque hay mucha gente en nuestra nación que no tiene mapas. Como en Sudáfrica e Irak, como en todos lados. Los Estados Unidos deberían de ayudar a los Estados Unidos y ayudar a Sudáfrica, y ayudar a Irak así como a los países asiáticos”. Ahí está todo un ambiente mental: la despreocupación, la ignorancia y la corrección política. En general, las misses – cuyas declaraciones conviene seguir para ver cómo va la civilización – quieren salvar el planeta o lo que sea. Se presentan como desprendidas. Tienden a verse como una ONG. Seguramente no expresan nada muy diferente a lo que sienten y creen sus entornos.
Representan unas percepciones distintas a las de políticos y analistas, pero que quizás son compartidas por amplios sectores. El mejor presagio de lo que allí venía lo dio Miss Bolivia 2004, cuando explicó su belleza: “Yo soy del otro lado del país. Nosotros somos altos y somos gente blanca y hablamos inglés”. Nada menos. “La gente piensa que todos somos indios del lado oeste del país. Es La Paz la imagen que refleja eso, esa gente pobre, de baja estatura e india”. ¿Ignorante, racista? Sin duda, pero también representativa de gente del otro lado de la cordillera.
Entre nosotros las misses suelen ser más discretas. Aun así, también reflejan algunos estados de conciencia. La palma se la llevan las del concurso Miss Nació Catalana – participan por comarcas quienes reúnan algunas características identitarias catalanas, no cualquiera, aunque viva en aquellos pagos -. Algunas concursantes aseguraban que nunca participarían en el concurso Miss España “porque no me siento española”. “No tengo nada que ver con la belleza de las andaluzas y las madrileñas”. Otra decía que las catalanas “son finas, sensuales, sencillas y elegantes; nada que ver con la chica sexy latina”. Tomen nota. Sobre gustos hay mucho escrito y con la afición por la autoestimulación cada vez escribiremos más sobre nuestro ombligo.
Después de todo, en los concursos de belleza salen los prejuicios que se llevan dentro. Estas Misses son unas precursoras. Anticipan el mundo que nos viene, hecho de ocurrencias, espectáculo, inconsecuencias y alguna frivolidad.