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Hay que reconocerlo: no siempre los planes de estudio de las Universidades españolas son de una lógica implacable. Están las directrices del Ministerio, las de las consejerías autonómicas, todos los niveles con alguna confusión. Luego llegan las comisiones de cada Universidad, que hacen lo que pueden, pero que también negocian, miran sus recursos – todo ha de mejorar a coste cero -, asisten a alguna lucha departamental, a batallas corporativas, a discursos floridos sobre la importancia de la respectiva área de conocimiento, debidamente contrarrestados por otros discursos no menos floridos sobre la importancia de la otra área. O se habla de introducir nuevas perspectivas epistemológicas. O de estar a la altura de los retos europeos. O sobre la necesidad de adaptarse a la demanda social, de no quedarse atrás. O acerca de no perder el tren de las nuevas tecnologías. O se afirma que es necesario pensar ante todo en los estudiantes
Tras reuniones y reuniones, alianzas de departamentos y de grupos, contraalianzas para neutralizar aquellas y demás, supervisiones y unas cuantas votaciones salen los planes de estudio, que vía Juntas de Facultad y Consejos de Gobierno llegan a las alturas ministeriales, desde donde bajan al BOE y luego caen a la tierra para que se pongan en marcha.
En treinta años que uno lleva en la Universidad (algo más) ha asistido a unas cuatro reformas de planes de estudio (o más: según como se mire). No estoy seguro de que hayan sido mejoras sucesivas.
A veces sale un apaño, sólo comprensible desde la lógica interna de los facedores de planes. Se entienden desde el complicado proceso de toma de decisiones y búsqueda de equilibrios. Desde fuera pueden parecer chocantes.
No sé si el caso que traigo aquí es fruto del complejo mecanismo con el que se configuran los planes. Estoy seguro, además, de que pueden realizarse media docena de discursos justificativos sobre la bondad del plan en cuestión, partiendo de la necesidad de ser multidisciplinares, transversales, omnicomprensivos, creativos y/o estimuladores. Pese a todo, el plan resulta sorprendente. Repito: visto desde fuera.
Es de la Universidad de Extremadura – Universidad de mi particular estima -, pero podrían encontrarse ejemplos semejantes en otras Universidades, pues en todas partes cuecen habas y todos compartimos parecidos procesos de tomas de decisiones, restricciones presupuestarias y afanes corporativos. Corresponde al “Grado de Geografía y Ordenación del territorio”.
Pues bien: imagínese que Usted decide estudiarlo, pues le gusta la geografía y la ordenación del territorio y en tales materias quiere formarse. Pues el primer semestre se quedará desconcertado. Cierto es que estudiará “Geografía del medio natural”. También otras cuatro asignaturas: “Gramática normativa del español”, “Historia de Europa”, “Historia del Arte Antiguo” y “Textos fundamentales de la literatura española”, materias quizás ineludibles en un geógrafo y ordenador del territorio, pero que no encajan necesariamente en la idea que nos hacemos los legos. La pertinencia de los estudios mejora algo el segundo semestre – desde una perspectiva clásica-, pero aún así al observador no avezado le sorprenderá la carga de las “Corrientes filosóficas y científicas del pensamiento occidental” y de la “Historia del Arte Medieval”.
No discute uno el interés de las asignaturas mencionadas, pero me reconocerán que a la vista de este plan cuesta imaginar qué carrera que se está cursando. ¿Un curso general? Quizás: pero de cultura general, no de introducción a los estudios en los que se ofrece la especialidad. Tampoco vale mucho el argumento de que el primer curso es de formación básica – por lo que se justificaría la gramática normativa del español, quizás conveniente en todos los estudios universitarios si se sigue esta lógica -, a no ser que se quieran suplir las carencias que se atribuyen al bachillerato. De ser así, sería mejor cambiar el bachillerato.
Si tienen paciencia podrán ver, en la misma web , que para el grado de estudios ingleses se empieza por “El mundo romano en sus textos” y, de nuevo, la “Gramática normativa del español”, entre otras curiosidades que se observan en un paseo virtual por los distintos planes universitarios.
Es verdad que el saber no ocupa lugar, pero sí lo ocupan las asignaturas en los planes de estudios, en los presupuestos y en el tiempo de los alumnos.
¿Los héroes? Aquí no hay duda: los estudiantes de las universidades españolas, sujetos a veces a planes singulares.