A “un grupo de intelectuales” no se le ha ocurrido otra cosa que “recurrir al Rey” para que intervenga ante Marruecos en el caso Aminetu Haidar. La iniciativa resulta llamativa, por lo de saltarse al Gobierno e ir directamente a la cabeza, como quien hace rogativas, pero no es la cuestión que quería traer aquí. Sí al grupo que lo respalda, cuya composición resulta incomprensible. En la foto, en la que aparecen extrañamente sonrientes – en contraste con el drama humano y político que les convocaba –, figuran gentes que, se supone, se consideran de izquierdas y demócratas. La “gauche divine”. Están, entre otros héroes, Almodóvar, Colomo, los secretarios generales de CC.OO y UGT, el rector de la Complutense… y está también Carlo Fabretti, matemático dice el pie de foto. La presencia de este último hace al grupo incongruente. Cuesta entender que los demás cerrasen filas junto a este individuo, menos aún si se trataba de llevar a cabo una iniciativa humanitaria de cariz político.

Carlo Fabretti, italiano, es matemático y también escritor de literatura infantil, de éxito y, hasta donde se me alcanza, de calidad. Pero la sensibilidad creativa puede coincidir con la incuria ideológica. Aquí sucede. No lo digo por su propagandismo de la lista Iniciativa Internacionalista ni por sus habituales posicionamientos antisistema. Otra cuestión son sus posiciones sobre el País Vasco y el terrorismo. Una y otra vez se ha mostrado próximo a las tesis de Batasuna. Su relativismo moral – considera “una forma de acoso” si le piden que condene a ETA – lo resuelve con una argumentación cuando menos comprensiva con el terror. Aquí no hay “Estado de Derecho”, asegura. Se refiere a “lo que algunos llaman España”: “quienes quieren que se llame “español” a la lengua castellana y “España” al conjunto de las naciones del Estado, reivindican, consciente o inconscientemente, la “unidad” cultural y administrativa impuesta a sangre y fuego por Franco e Isabel la Católica (sic)”, dice el hombre que pide intervenciones al rey de España.

El problema no radica en semejante dislate, sino en interpretaciones como la siguiente: “Somos muchos, dentro y fuera de Euskal Herria, los que pensamos que si la tortura no fuese una práctica sistemática e impune (es decir, sistémica), ETA habría muerto de inanición hace tiempo, porque lo que alimenta sus filas es, sobre todo, el odio y la desesperación que inevitablemente genera el terrorismo de Estado”. ¿Esto es explicar, justificar? ¿O difundir una patraña?

Por supuesto, no se le encuentra ninguna referencia a las personas amenazadas por el terrorismo. Le parecerá gracioso, o una muestra más de los efectos que tiene el terrorismo de Estado y las respuestas que produce.

Si ETA comete algún atentado no se indigna. Al menos de entrada. Como es un hombre listo se pone a pensar. “Cada acto de violencia no gubernamental habrá que valorarlo, ética y políticamente, en función de las circunstancias y del acto en sí”. También valora cada acto de violencia gubernamental (sea ésta lo que sea). “Entre otras razones porque, normalmente, la segunda es la causa de la primera”.

No condena a ETA – hasta hizo un mal chiste, “Ni E.T. ni ETA”, para justificar que Iniciativa Internacionalista pasase de largo sobre esta cuestión crucial -, pero hay cosas que tiene claras: “la violencia gubernamental ilícita es infinitamente más grave que la no gubernamental”, y aunque cuela el término “ilícita” se entiende bien lo que quiere decir, pues está “contra los verdaderos terroristas. Es decir, contra el terrorismo de Estado”. Este fue la razón última del 11-S, del 11-M, de los atentados de Londres…

Resulta incomprensible que “los intelectuales” tengan estómago para retratarse junto a un personaje que manifiesta tal confusión sobre el terrorismo. “En lo que algunos llaman España” se difuminan las fronteras de lo democráticamente admisible. Bajo el epígrafe izquierda se admite como respetable cualquier barbaridad.

Aviados estamos con esta izquierda divina que mezcla héroes y manzanas.