Les apasiona. A los políticos. Les encanta hacer frases sonoras, aunque sean incongruentes, falsas o incluso perniciosas. El último lenguaraz que ha probado la suerte de la grandilocuencia nacional ha sido Gallardón, pese a su aspecto de chico formal. Lo ha dicho: “La Transición acabará cuando Javier Arenas sea el presidente de Andalucía”. Es más que una desmesura. Es una soberana tontería.
Para dejarlo claro. La transición terminó hace treinta años. No nos hemos pasado tres décadas viviendo en transición, que ya sería, como parece deducirse del aserto. Desde que se aprobó
Expresiones de este tipo suelen venir de los nacionalismos, sobre todo de los radicales. También de algún grupo antisistema. Quieren sugerir que quedan resquicios del franquismo o que nuestra democracia no es totalmente legítima. En el País Vasco es frecuente oír que “la transición no está concluida”, o que está incompleta, o que hay que acabar “la llamada transición”. Son expresiones peyorativas. Buscan desprestigiar la transición y la democracia constitucional, relativizarla
En el mismo sentido se llama a “una segunda transición”. A algunos sectores no les gusta la que hubo. Pero la transición llevó a un régimen basado en la voluntad popular. Y en él estamos. Desde hace mucho tiempo.
La insinuación de que no ha terminado la transición es una insidia que quiere cuestionar la democracia. Es raro que venga de un dirigente del PP. Quizás le parece que así abomina del PSOE. En realidad, objeta el funcionamiento del sistema político, como si hubiese algo raro en la presidencia de Andalucía desde el punto de vista democrático.
No tiene ningún sentido la frase de Gallardón, si suponemos que el PP no participa de estos desaguisados conceptuales que nos vienen de los nacionalismos y de algunos republicanismos. La alternancia no fue la prueba del algodón de la transición en España – como da a entender el político madrileño -. Lo fue que el poder político naciese de la voluntad popular.
La expresión no vale ni como metáfora. Aproxima al PP a quienes contestan al sistema, inopinadamente con agarraderas argumentales en un político que aspira a presidente. La transición, con sus luces y sombras – son más aquellas que éstas –, concluyó hace tres décadas. Es el proceso fundacional de nuestra democracia, pero ya es pasado. Los políticos deberían andarse con más cuidado cuando usan las palabras. Tienen serias responsabilidades en la difusión de conceptos políticos e históricos, sobre todo cuando se refieren a las definiciones de nuestra democracia. Es una barbaridad insinuar que mientras el PP no gobierne en Andalucía la democracia no lo será del todo.
Además, introduce una idea inquietante. Del dicho se infiere que mientras Arenas no llegue a presidente andaluz estaremos en la transición. Imaginemos que no lo consiga nunca. Podría pasar, cosas más raras se han visto. Quedaríamos condenados a vivir en transición por los siglos de los siglos. Es demasiado tiempo.
Publicado en Ideal