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Oskar Belategui

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'El exorcista' cumple 40 años de puro terror

En las navidades de 1973 los espectadores sufrían ataques de histeria y los cines suministraban bolsas para el mareo

 

Estados Unidos ya hacía tiempo que había despertado del sueño hippy en aquella Navidad de 1973. El verano del amor se quebró con el asesinato de Sharon Tate a manos de Charles Manson y sus acólitos, los cuatro estudiantes muertos a tiros en la Universidad de Kent State, el sangriento concierto de los Stones en Altamont y, por supuesto, Vietnam. Un año antes, “El exorcista”, la novela de William Peter Blatty, había demostrado que los americanos estaban preparados para historias de posesión demoníaca. Su adaptación al cine llevaría la representación de la violencia a cotas nunca vistas en una película de un gran estudio.

 
Hace 40 años, la Warner consiguió las mayores recaudaciones de su historia con el truculento guion de una niña de doce años poseída por el diablo, que su director, William Friedkin, plasmó sin obviar los efectos granguiñolescos. Una década antes, Hitchcock había abierto la caja de Pandora con “Psicosis” a la hora de perturbar en un cine. En 1968, Roman Polanski abordó la temática satánica en “La semilla del diablo”, donde el mal también residía en un ser presuntamente inocente como un bebé.
Aquella Navidad, los espectadores estadounidenses sufrían colapsos y ataques de histeria. Las salas dispensaban bolsitas de emergencia para los que no podían retener la comida. Católicos convencidos de que sus seres queridos estaban poseídos bombardeaban a la Iglesia con peticiones de exorcismos. El presupuesto de “El exorcista” se había disparado de 4 a casi 13 millones de dólares debido a la meticulosidad de Friedkin, cuyos excesos desvela Peter Biskind en su libro “Moteros tranquilos, toros salvajes”. Recaudó 160 millones solo en Estados Unidos y revolucionó la industria de la misma manera que “El padrino” lo había hecho el año anterior. Jamás una película de terror había logrado una taquilla similar ni aspirado al Oscar en la categoría principal.

 
Los vómitos de Linda Blair -en realidad puré de guisantes- forman parte de la cultura popular y han sido parodiados hasta la extenuación. Sin embargo, “El exorcista” sigue desasosegando como pocas películas gracias a la maestría con que se administra la tensión. Tras el largo prólogo en Irak, donde se presenta al padre Merrin en labores arqueológicas (Max Von Sydow), viene la búsqueda de explicaciones médicas y psicológicas para el extraño comportamiento de la pequeña Regan. Hay que esperar bastantes minutos para que el demonio tome forma ante los ojos del torturado padre Karras (Jason Miller), obsesionado por la pérdida de la fe y la culpa por su moribunda madre. El combate se librará en la habitación de una casa de Washington; el ring será una cama donde una niña abre las puertas del infierno.

 

Los efectos gore de “El exorcista” siguen incomodando en la era de la imaginería digital. El uso subliminal del sonido -Friedkin usó el zumbido de abejas como fondo sonoro de algunas escenas- contribuye a que, cuarenta años después, continúe provocando escalofríos. Mike Nichols, Arthur Penn y John Boorman fueron tanteados por Blatty para dirigir la película antes de optar por Friedkin, que se había convertido en un nombre reclamado por los estudios gracias a su anterior filme “French Connection. Contra el imperio de la droga”. Al escritor le caía bien desde que Friedkin calificó un guion suyo para televisión como «la peor mierda que he leído en mi vida».
Blatty soñaba con Marlon Brando para el papel del padre Karras, pero el director se negó. No quería compartir la fama con el actor. La prueba de casting para encontrar a la niña protagonista se resolvió en cinco minutos cuando apareció Linda Blair. Tenía solo doce años.
– ¿Has leído “El exorcista”?
– Sí.
– ¿De qué trata?
– De una niña poseída por el diablo que hace un montón de cosas feas. Como masturbarse con un crucifijo.
– ¿Y eso qué significa?
– ¿Masturbarse? Hacerse una paja, ¿no?
– ¿Lo haces?
– Yo sí. ¿Tú no?

 
En el rodaje, que se prolongó de los tres meses inicialmente previstos a ocho, Friedkin tiraba teléfonos, daba patadas, disparaba al aire para asustar a los actores y ponía la banda sonora de “Psicosis” a toda pastilla. Un plano detalle de tiras de beicon friéndose requirió buscar por toda la ciudad beicon sin conservantes, porque al director no le gustaba cómo se iba arrugando. El decorado de la habitación se construyó en una cámara frigorífica para alcanzar temperaturas de 40 grados bajo cero y que los actores exhalaran vaho. Ellen Burstyn, la madre de Regan, nunca se recuperó de la lesión de espalda que le provocó la escena donde un arnés tira de ella al ser golpeada por la niña. Cuando el gran Lalo Schifrin presentó la música del filme, Friedkin cogió la cinta, salió corriendo del estudio de sonido y la arrojó con todas sus fuerzas al aparcamiento de enfrente. «Suena a marimba mexicana. Y yo odio la puta música mexicana».
“El exorcista” obtuvo dos Oscar -guion adaptado y sonido- y originó tres olvidables secuelas. Aunque parezca increíble, su edición en vídeo estuvo prohibida hasta hace muy poco en Suecia, Finlandia y Reino Unido. Fomentó una mitolo gía sobre las posesiones demoníacas que alcanza hasta nuestros días.

 

Dick Smith ideó el maquillaje de Linda Blair a base de piezas de látex. Construyó un muñeco a tamaño natural que giraba la cabeza 360 grados.
Mercedes McCambridge dobló a la pequeña y exigió que un sacerdote estuviera presente durante la grabación. La actriz demandó a la Warner Bros porque su nombre no aparecía en los créditos.
Linda Blair tiene hoy 54 años y es una presencia habitual en películas y series de terror “B”.

 

Reportaje publicado en el Diario EL CORREO el 28 de diciembre de 2013

 

 

Por Oskar Belategui

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