NATHALIE BAYE ACTRIZ
La gran dama del cine francés, musa de Truffaut y Godard, estrena en España ‘Laurence Anyways’.
PARÍS. Nathalie Baye tenía apenas 25 años cuando François Truffaut la lanzó al estrellato en el papel de la adorable script de “La noche americana”. Después repetiría con él en “El amante del amor” y “La habitación verde”, al igual que con Godard, Tavernier, Blier… Hasta Steven Spielberg quiso para “Atrápame si puedes” a una de las grandes damas del cine y el teatro francés, que a sus 64 años ve cómo la hija que tuvo con el rockero Johnny Halliday continúa su legado. En “Laurence Anyways”, el filme que promociona en París, encarna a otra madre desbordada por la revelación de su hijo, un profesor que decide cambiar de sexo de la noche a la mañana. La cinta de Xavier Dolan, niño prodigio del Festival de Cannes con 24 años, ya está en los cines.
– Esa madre es un poco como la ONU: ve el conflicto pero no interviene.
– No estoy de acuerdo. Ella no sabe lo que ocurre. Cuando su hijo le dice que quiere convertirse en mujer su primera reacción es de repulsión, casi algo físico. Cuando pasa el tiempo se da cuenta de que eso era lo que percibía. No se sentía madre de ese hijo, pero sí de la hija en que se convertirá.
– ¿Qué le conmovió del personaje?
– Aunque la madre no aparece mucho me pareció un personaje importante. Es una mujer rota, una francesa que se fue a vivir a Canadá y renunció a sus sueños de ser pintora para aguantar a un hombre que no quiere y soportar un trabajo que no le gusta. Es una mujer que a los 40 años ya era vieja, porque hay gente que envejece a los 30 y otros con 90 son jóvenes. La vejez es algo mental.
– ¿Cree que el amor de una madre es más incondicional que el de un padre?
– No. Hay malas madres y padres maravillosos. Las mujeres tienen que ser madres, esposas y amantes. Y eso es imposible. Unas son más madres, otras más amantes y otras más esposas. Yo me he encontrado con mujeres que no son buenas madres, y en esos casos es el padre el que compensa.
– El filme muestra la reacción de la sociedad al cambio de sexo del protagonista. ¿Cree que somos intolerantes?
– Le gente siempre quiere dar la impresión de que es tolerante, pero en el fondo no lo es. Esta película muestra hasta qué punto es difícil aceptar la diferencia.
– ¿Usted es de esas personas que, como dice, no envejecen?
– Cuando uno está enamorado de su profesión, sea cual sea, se mantiene joven. Durante muchos años tuve una casa de campo con dos cuidadores. Eran gente de campo. Tenían 70 años y decían que no se querían jubilar, que en su cabeza tenían 35. Mantener la curiosidad también ayuda.
– ¿Siente la misma pasión por su trabajo que cuando empezó?
– Ahora tengo más. Hice mi primera película con Truffaut nada más salir de la escuela de interpretación, tuve mucha suerte. Me parecía normal empalmar una película con otra. Después, según van pasando los años te das cuenta de que no es tan normal. Desde hace quince años es casi un milagro lo que me ocurre. Ahora vivo más angustiada porque no me duermo en los laureles, no confío en saber hacer las cosas porque tenga experiencia.
– Su hija ha heredado su pasión.
– Cuando me dijo que quería ser actriz me inquieté. Iba a una academia de interpretación y un día me pidió que le escuchara un texto que tenía que representar. Pensé: si lo hace mal, ¿cómo se lo digo? Y lo hizo muy bien.
– Usted se marchó muy joven de casa para ser actriz.
– Tuve mucha suerte, mis padres me dejaron elegir. Ellos también eran artistas y al mismo tiempo tenían los pies sobre la tierra. Mis amigos me decían que tenía suerte con mis padres, pero cuando iba a su casa veía con envidia que los suyos volvían siempre a la misma hora de la oficina. Yo, al revés que mis padres, he sido muy estricta con mi hija. Y le he evitado una imagen de mi adolescencia que tengo grabada, con mis padres peleándose todo el tiempo. Mi hija me dijo un día que yo me había ausentado muchas veces por trabajo, pero que ella tenía la sensación de que siempre estaba en casa. Yo he rechazado rodajes lejanos para no estar tanto tiempo fuera.
– ¿Qué ocurre cuando le toca trabajar con un director sin talento?
– Ocurre en todas las profesiones. ¿Y cuando usted entrevista a alguien que solo le dice sí y no como respuesta? A veces uno se puede sentir muy solo cuando rueda… Por eso, por muy bueno que pudiera ser el guion o el personaje, nunca acepté una película si el director no tenía nada que decirme al hablar con él. Me ha ocurrido dos veces. Después, cuando vi las películas pensé qué bien había hecho.
– ¿Algún título?
– “Lo que el viento se llevó”, ja, ja. No me acuerdo del título de mis películas, así que de las que no he hecho…
– En Francia viven un debate sobre el abultado caché de los actores. ¿Cree que tienen responsabilidad social?
– Es fundamental ser honesto en tu comportamiento, no firmar un artículo y luego comportarte de otra manera. Cuando era muy joven leía entrevistas mías y pensaba que yo no había dicho eso, no me reconocía en el texto. Y me convertí en una persona muy prudente. Ahora, con los “realities” y esos programas, la gente cree que hay una nueva profesión: ser famoso. Algo que cae del cielo, sin ningún esfuerzo. En mi último rodaje se me acercó una chiquilla y me preguntó cómo se hacía para ser conocida. Una compañera le respondió: coge un arma, le pides a un amigo que te grabe mientras matas a alguien y serás famosa por un día. Yo no soy más que una actriz, no me ocupo de la política.
– ¿Y qué hacemos con Gérard Depardieu?
– Mi primera experiencia con él fue en el teatro, yo todavía era una estudiante. Desde entonces hemos trabajado en cuatro o cinco películas, le conozco bien. Mire, desde hace muchos años deportistas y hombres de negocio se van a vivir a Suiza, Bélgica o Inglaterra. Y nadie dice nada. No hace mucho dos tenistas con la Legión de Honor pidieron la nacionalidad suiza. Ahora Depardieu, nuestro Obélix, lo hace y todos los medios se le echan encima… Solo quieren vender más. Depardieu parece un monstruo sagrado, pero es una persona muy frágil y perdió el control de la situación. Lo siento mucho por él.
Entrevista publicada en el diario EL CORREO el 22 de junio de 2013.