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Oskar Belategui

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“Yo fui el primero que enseñó el culo en el cine español”

JOSÉ SACRISTÁN  ACTOR

 

La Concha de Plata recompensa el regreso de un actor que jamás ha estado nominado al Goya: «Antes monja que rencorosa»

 

 

José Sacristán celebró su 75 cumpleaños en el Festival de San Sebastián. La Concha de Plata al mejor actor no la pudo recoger porque esa noche se vestía de Quijote en un teatro de Cáceres. Sacristán sigue tan delgado y con el mismo vozarrón que cuando emigraba junto a Alfredo Landa en “¡Vente a Alemania, Pepe!”, o encarnaba al españolito de la Transición en “Asignatura pendiente”. El cine parecía haberse olvidado de él, hasta que David Trueba le recuperó en “Madrid, 1987”.
Javier Rebollo vuelve a despelotarle en “El muerto y ser feliz”, donde encarna a un pistolero con cáncer terminal que huye a ninguna parte por una Argentina tan decrépita como su protagonista. A Pepe Sacristán le veneran en Buenos Aires: «Allí están los mejores de este oficio y se vive la mayor pasión por el teatro, ni Nueva York ni hostias». Pese a los premios, no hay muchos motivos para estar contento. «Galiardo, Sancho, Larrañaga, Paquito Valladares… Cada vez disparan más cerca».

 

– ¿Cómo puede ser que nunca le hayan nominado al Goya?
– ¿Qué quieres que te diga? Yo soy uno de los nueve fundadores de la Academia a los que llamó Alfredo Matas. Estoy muy orgulloso. Hasta mendigué para pagar el recibo del teléfono en los primeros tiempos.
– ¿Siente rencor?
– Antes monja que rencorosa. Me dedico a algo que no es competitivo. Se sabe quién mete más goles o salta más a la pértiga, pero en esto…

 

– Vive un reencuentro con el cine.
– Es la ley de la oferta y la demanda. Durante mucho tiempo lo que me ofrecían no me interesaba, y lo digo sin acritud. He pasado más de cinco años en los escenarios con Paloma San Basilio entre “El Hombre de la Mancha” y “My Fair Lady”. Dos años con Héctor Alterio representando “Dos menos”. “Muerte de un viajante”, “Amadeus”… La oferta tenía que ser muy interesante para que dejara el teatro.
– Tanto en “Madrid, 1987” como en “El muerto y ser feliz” sale desnudo. A su edad.
– Yo fui el primero que enseñó el culo en el cine español: “Sex o no sex” (1974), con Carmen Sevilla. Entonces tenía el glúteo más firme. Ahora he confiado en la prudencia de los directores.
– ¿Y ha usado alguna vez la estrategia de su último protagonista, pidiendo a cada mujer con la que se cruza que le enseñe las tetas?
– A veces sí. Yo soy un fan del género femenino, al mismo tiempo que les tengo más miedo que un nublado.
– Después de medio siglo, ¿le sigue encontrando un sentido a este oficio?
– El juego. Para mí esto es un juego, nada más y nada menos. Si es arte o cultura vaya usted a saber. Cada vez que salgo a un escenario es como cuando en Chinchón me ponía plumas de gallina en la cabeza y le hacía creer a mi abuela que era un comanche. Sigo haciendo lo mismo. Que se crean que soy el que no soy.

 

– ¿El balance es satisfactorio?
– Sigo teniendo la misma inmensa suerte que cuando empecé. Tengo pagada la bombona de butano, nadie va a llamar a la puerta de mi casa para que pague lo que debo. En mi caso, el trabajo y la vida van de la mano.

 

– Siempre regresa a Chinchón.
– Cuando mi padre salió de la cárcel lo desterraron y no pudo regresar al pueblo. Nos trasladamos a Madrid, a la típica habitación con derecho a cocina. Vivíamos tres familias en un piso de cuarenta metros. Dormíamos mi padre, mi madre, mi abuela, mi hermana y yo en la misma habitación. La Castilla campesina de los años 40 era la Edad Media. Íbamos a cagar al corral con un candil de aceite y vivíamos con la mula. Por eso cuando ves la España de hoy… Antes era tan evidente el frío del invierno, el calor del verano. El hambre, joder. En tan poco tiempo, ¿cómo nos hemos equivocado tanto?

 

– Protagonizó una película, “¡Vente a Alemania, Pepe!”, tristemente vigente.
– Lo he pensado mucho… Lo que está pasando en este país es lamentable. Me duele doblemente porque gran parte de la responsabilidad la tiene la izquierda, que ha estado mirando para otro lado demasiado tiempo. Toda la izquierda. Sin considerar que cuando llegamos a este punto el peaje lo paga el de siempre. Es una guerra donde la relación de fuerzas es tan desigual que a ver cómo se revierte ahora. No caen bombas, te quedas en el paro y sin jubilación. ¿Qué hacemos, como en Siria? ¿Hay que tomar el palacio de invierno? Soy muy pesimista, pero no soy quién para indignarme. El otro día lo comentaba con el hijo de Santiago Carrillo en su funeral. Había un tiempo en este país en que había unas prioridades y unos personajes que te decían lo que había que hacer. El referente se ha desdibujado.

 

– Los políticos.
– Alfonso Guerra me decía que no es que las generaciones sean peores, es que antes en la política estaban los mejores. No hablo de la derecha, que siempre ha sido impresentable. Me jode el descuido de la izquierda.
– Ojo que le van a criticar por opinar de estos temas.
– No tengo en cuenta a esa gente, ya los conozco. Lo que tienen que preguntarse es por qué nunca aparece ningún actor próximo a su ideología. Como ciudadano tengo derecho a manifestar mis opiniones, como un fontanero o un abogado. Procuro descargar al actor Sacristán de las responsabilidades del ciudadano Sacristán. No hago películas donde imparto doctrina o me subo a un púlpito.


– Los nuevos héroes son más los deportistas que los artistas.
– Mi maestro Fernán Gómez decía que no hay que esperar demasiado de la sociedad a la que te diriges, simplemente hay que tratar de hacer bien tu trabajo y que sea de utilidad. Yo no me quejo. He sido una correa transmisora, y entre la propuesta y la respuesta suele haber una relación de respeto y cordialidad. Me han colocado entre los de la “zeja”, y jamás he votado ni votaré al PSOE.

 

– ¿Le cuesta todavía actuar?
– Mi método de trabajo es mitad Stanislavski, mitad La Niña de los Peines. Soy un loco del flamenco, y la precisión con la que canta La Niña me fascina. El verdadero cante flamenco empieza donde acaban las facultades. Me molesta cuando en los ensayos empieza a asomar cierta pedagogía. Prefiero ir al hecho consumado en el rodaje.
– Ha dirigido tres películas: “Cara de acelga”, “Soldados de plomo” y “Yo me bajo en la próxima, ¿y usted?”
– Lo pasé muy bien dirigiendo, pero mientras el cómico Sacristán tiene trabajo, el director Sacristán no tiene argumentos suficientes. Ninguna de las tres películas son obras maestras, pero los planos están pegados. Los personajes entran por la derecha y salen por la izquierda. “Soldados de plomo” la presenté en el Festival de San Sebastián y le gustó mucho a Sam Fuller.
– ¿Y qué hacemos con el cine español?
– Que el cine español carece de industria se lo oía decir a Juan de Orduña. Y mi amigo Luis García Berlanga se hartó de decirlo. El cine no tenía que depender de Cultura, sino de Industria. Se desmontaron los grandes estudios que había y de untiempo a esta parte la figura del productor al uso ha desaparecido. Lees los títulos de crédito y todo es ‘conla ayuda de’, ‘con la participación de’, ‘ha vendido la burra a su abuela’… Antes salía el león de la Metro y empezaba la función. Además, el producto llamado película ya no se vende en la tienda llamada cine. Se me parte el corazón cuando camino por la Gran Vía y donde estaba el Avenida ahora te puedes
comprar unas bragas.

Por Oskar Belategui

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