Llega a los cines ‘Solo es el principio’, un conmovedor documental con las reflexiones de niños de una guardería
Un aula es un lugar vetado para cualquier adulto que no sea docente. “Solo es el principio” nos convierte en testigos privilegiados del comportamiento de un grupo de niños de una guardería en Le Mée-sur-Seine, una ciudad dormitorio a 60 kilómetros de París. Escucharles nos abre los ojos y nos saca los colores, como ya demostraron otras dos emocionantes películas francesas sobre el valor de la educación: “La clase” y “Ser y tener”. Sus reflexiones confirman el tópico de que los críos siempre dicen la verdad. «¿Cómo se puede ser rico?», pregunta la profesora. «Con amigos, porque así me siento bien». «¿Por qué es inteligen te tu mamá? Porque nunca guarda la Nocilla en la nevera».
El documental de Jean-Pierre Pozzi y Pierre Barougier llega este viernes a los cines españoles coincidiendo con el inicio de un agitado curso escolar. Su estreno en Francia hace dos años también puso sobre el tapete el polémico discurso del entonces presidente Sarkozy sobre la diversidad. Sus pequeños protagonistas muestran en sus rostros la Francia multirracial de la “banlieue”, el extrarradio parisino que cíclicamente estalla en llamas. Los niños galos -y también los españoles- pasan cinco horas y media diarias frente a una pantalla. Dar clases de filosofía en una guardería suena casi a provocación, a no ser que recordemos la máxima de Michel Onfray: «Todos los niños son filósofos, pero solo unos pocos continúan siéndolo».
En Francia no se estudia filosofía hasta los dos últimos años de bachillerato. El centro Jacques Prévert es una escuela ZEP, siglas que corresponden a Zona de Educación Prioritaria, con colegios e institutos dotados de más medios para combatir el fracaso escolar. Los talleres “filosóficos” en aulas con niños de tres y cuatro años no son ninguna novedad. Los directores rodaron durante dos años colándose entre pupitres hasta obtener un primer montaje de 180 horas. De conceptos abstractos se pasa a hablar de la situación del país, de cómo se vive en Francia si provienes de una familia extranjera. Del amor y la muerte.
«¿Cómo se quiere cuando se está enamorado? Hace como cosquillas en la tripa». «¿Qué es el alma? Un chisme invisible de color azul». Pierre Barougier defiende el valor pedagógico de una iniciativa que deja con la boca abierta a padres y profesores: los primeros se quedan asombrados ante la inteligencia de sus hijos; los segundos se contagian de la paciencia y los métodos de la profesora Pascaline Dogliani. «Escuchar al otro, alimentarse de las diferencias, enriquecerse al estar en contacto con otras culturas, todo lo que compone la democracia se aprende», defienden los realizadores. «Los talleres de filosofía en edad preescolar pueden formar a ciudadanos capaces de entender que la opinión de los demás tiene tanta importancia como la propia».
La profesora de “Solo es el principio” no imparte clase, sino que logra algo tan hermoso como ayudar a que los niños formulen sus pensamientos con palabras. El filme nos divierte con su espontaneidad y nos conmueve porque niños de cuatro años tienen las cosas más claras que políticos de cincuenta. Nos devuelve, en definitiva, la imagen de una sociedad en miniatura. Ya lo dijo Pitágoras, en la última lección de filosofía de este artículo: «Educad a los niños y no será necesario castigar a los hombres».
(Artículo publicado el 5 de septiembre de 2012 en el diario EL CORREO)