Stanley Donen dirigió en 1967 a Audrey Hepburn y Albert Finney en el mejor retrato de los estragos de la vida en pareja
Hay un gag al inicio de “Dos en la carretera” que da buena prueba de su tono agridulce. Audrey Hepburn y Albert Finney descubren a una pareja de novios que sale de una iglesia. “No parecen muy felices”, observa ella. “¿Por qué deberían serlo? Acaban de casarse”, zanja él. A lo largo del metraje volverán a aparecer otros matrimonios discutiendo o de morros ante la mirada cómplice de los protagonistas. Stanley Donen dirigió hace medio siglo una comedia romántica trufada de glamour y amargura, que el tiempo ha convertido en el mejor retrato cinematográfico jamás hecho de la vida en pareja.
Del enamoramiento al hastío y la infidelidad. Tanto Donen como Hepburn y Finney se estaban divorciando durante el rodaje de un filme que no fue muy bien recibido en la época: se quedaba a medio camino entre la comedia hollywoodiense y la sofisticación del cine europeo. El director de “Siete novias para siete hermanos” y “Cantando bajo la lluvia” supo a finales de los años 50 que el público perdería interés por los musicales con la llegada del rock and roll. Así que se instaló en Londres y se convirtió en realizador y productor independiente. “Indiscreta”, “Charada” o “Arabesco” habían mostrado un París chic. En “Dos en la carretera”, el realizador recorre las carreteras comarcales de Francia, metáfora del matrimonio protagonista.
Son diez años de vida conyugal, de 1957 a 1967, con la particularidad de que solo les veremos durante sus vacaciones, en un mismo viaje que se repite desde Londres a la Costa Azul pasando por la Provenza: Grimaud, Ramatuelle, Niza, Saint-Tropez… Cuando se conocen, él es un flamante arquitecto con el título en el bolsillo y ella una estudiante de música. Cuando llega la vida de éxito soñada descubrirán la simplicidad de lo perdido. Se querían más haciendo autostop que a bordo de un Mercedes descapotable. Cuanto menos tenían, más felices eran.
El guion de Frederic Raphael entremezcla cinco épocas distintas sin atender a un orden cronológico. Pasado y presente, recuerdos y memorias se funden mientras los escenarios cambiantes de su idilio evocan los estragos del tiempo. La influencia de la Nouvelle Vague y, en concreto, del Alain Resnais de “Hiroshima, mon amour” y “El año pasado en Marienbad” es palmaria.
El resultado en pantalla de un guion tan complejo es deslumbrante, nadie se pierde entre tanta ida y venida. Pero sobre el papel la cosa no estaba tan clara. De ahí que Donen tuviera que convencer a una remisa Audrey Hepburn para que volvieran a trabajar juntos y aceptara el papel de Joanna. Paul Newman rehusó el personaje del engreído y mujeriego Mark, que finalmente recayó en Albert Finney, el actor salvaje del cine y el teatro inglés gracias a “Tom Jones”. Si hacemos caso al temible Donald Spoto, biógrafo de las estrellas, ambos vivieron un idilio durante el rodaje. Su química traspasa el celuloide.
Maurice Binder firmó los títulos de crédito deliciosamente pop, mientras Henry Mancini compuso una banda sonora que destila melancolía en cada nota. El autor de “Moon River” siempre la consideró su mejor partitura. Donen se negó a que Hubert de Givenchy vistiera a Audrey Hepburn, como había ocurrido en sus otras películas, y optó por modelos prêt-à-porter de diseñadores de la época, como Paco Rabanne y Mary Quant. El vestuario es fundamental en “Dos en la carretera” para determinar la época. A sus 38 años, la actriz resulta igual de creíble como jovencita que como madre y esposa hastiada.
Stanley Donen, que todavía goza de buena salud a sus 92 años, considera “Dos en la carretera” su película favorita. Mucha gente se le ha acercado a lo largo de su vida para confesarle que ninguna otra cinta les ha marcado tanto. Cuántas parejas han visto en Mark y Joanna un espejo de sus avatares matrimoniales… Donen recuerda aquel rodaje como el más duro de su carrera. El realizador trasladó los métodos de filmación de la Nouvelle Vague a una producción de un gran estudio. Todos los hoteles, restaurantes y emplazamientos que aparecen son reales. Un ejército de técnicos recorría Francia cargado de focos gigantescos, cámaras pesadísimas, grupos electrógenos y los diez coches que conduce Finney en la cinta.
“Dos en la carretera” se tuvo que conformar en 1967 con una nominación al Oscar al mejor guion. Aquel año, Audrey Hepburn fue candidata a la estatuilla, pero por su papel de ciega en “Sola en la oscuridad”. Todos los estudios rechazaron un proyecto adelantado a su tiempo, cuya elaborada estructura asustaba. Por no hablar del ácido mensaje de lo que, en apariencia, era una comedia romántica. “Matrimonio es cuando la mujer pide al marido que se quite el pijama… para llevarlo a la tintorería”, ironiza el guion.
Al final, el productor Richard Zanuck logró que la Fox distribuyera el filme. Donen cuenta que un publicista del estudio le preguntó en mitad del rodaje si aquello era un drama o una comedia. Este le contestó: “¿Y la vida, qué es?”.