En ‘A cambio de nada’ aparece un barrio de verdad, con pisos de cocinas estrechas, talleres que trapichean con motos y un descampado donde los chavales matan las horas. Es Aluche, donde creció Daniel Guzmán, que ha rodado a los 41 años su ópera prima en los mismos escenarios de su adolescencia, incluido el piso de cincuenta metros cuadrados de sus padres. El popular actor de series como ‘Aquí no hay quien viva’ y ‘Velvet’ ha empleado diez años de su vida en sacar adelante una historia de iniciación protagonizada por chavales que sisan en El Corte Inglés, se cuelan en discotecas y procuran estar en casa lo menos posible.
‘A cambio de nada’ no es una cinta sobre marginalidad, sino el sincero y agridulce exorcismo autobiográfico del director, que creció en la calle y vivió el peligro como grafitero y boxeador antes de convertirse en un actor consolidado. Acompañado de su abuela, Antonia Guzmán, que tiene un papel en la cinta, Daniel Guzmán presentó en Málaga la más firme candidata a Biznaga de Oro. El próximo 8 de mayo llegará a los cines de la mano de Warner.
– ‘A cambio de nada tiene algo de cine quinqui.
– Sí, ¡José Antonio de la Loma! El cine quinqui me ha marcado, pero también el de Haneke o Von Trier. Era un cine que refleja una época determinada de nuestra cultura. En la cabecera de mi cama tengo un póster auténtico de ‘Perros callejeros’, uno de los títulos más impresionantes que haya visto nunca. Me gusta ese submundo. En el fondo yo también soy un perro callejero. Un tío que ha vivido muchas experiencias en la calle.
– Sin embargo, no ha hecho una película de delincuentes juveniles, aunque lleven camino de serlo.
– Si hiciéramos la secuela, seguramente esos chavales no habrían aprendido de este viaje. Buscan los límites que te da la adolescencia y la falta de afecto. Yo soy amoral, no creo en el bien y el mal, creo en las circunstancias. Y no quiero juzgar a un niño que en su huida hacia adelante se busca la vida. Enseguida moralizamos sobre la vida de los demás, pero tendríamos que vivirlas para ver qué haríamos en su situación.
– ¿Ha cambiado mucho Aluche?
– El descampado sigue igual, me daría mucha pena que los chavales ya no jueguen allí y vivan en una burbuja. Yo todo lo que sé lo aprendí en la calle, con mis amigos, regresando a casa con la cabeza abierta. Busqué la autenticidad y la verdad. Rodé en los sitios reales. La casa es la de mis padres, 50 metros cuadrados. La cámara no tenía distancia focal y el equipo esperaba en la escalera y entraba por turnos. El instituto es el mío, del que me echaron veinticinco veces. Hasta sale un profesor que me expulsó.
– ¿Por qué le echaban?
– Porque era un pieza. No iba a clase y cuando iba la liaba. Estaba perdido, solo buscaba llamar la atención. Soy muy inquieto, he vivido mucho y eso me viene bien para contar historias. A mí todo el barrio no me quería ni ver.
– ¿Qué queda de ‘Tifón’, su alias como grafitero?
– Algo debe quedar, porque hace un mes me fui a pintar yo solo. Tenía mucho estrés por la película y me cogí los esprais. Me reía de mí mismo… Pero Dani, ¿qué coño estás haciendo? Fue igual que antes: los mismos sonidos con el bote, los pasos por la noche… Terapéutico, como el cine.
– Las motos también le han gustado, como refleja en el filme.
– Sí, la moto que tuve con Luismi, mi colega… No teníamos carné y descubríamos la ciudad con la moto y el metro. Todo lo que descubres en la adolescencia te marca de por vida. Fíjate si me ha marcado, que he tardado diez años en hacer esta película…
– ¿Alguna vez ha robado en El Corte Inglés?
– Es lo mínimo. Yo nací robando en El Corte Inglés. Cuando rodamos allí les metía chivatos de la ropa a los del equipo para que les pitara al salir. ¿Quién no ha robado en El Corte Inglés?
– ¿Le hubiera gustado hacer una película ambientada en el mundo del boxeo, tan importante en su vida?
– Ya se han hecho muchísimas. Me gustan las historias con conflicto, el boxeo no me atrae para contar una historia. Además, hace año y pico que no entreno.
– Los protagonistas no usan móvil, algo insólito en un adolescente actual.
– No quería contextualizar la película en una época determinada para hacerla más universal. Esas vivencias que yo tuve siguen pasando hoy. En las películas todo se soluciona con una llamada de móvil, a mí no me hacía falta para esta historia.
– ¿Quiere dejar de ser actor?
– No. Yo disfruto mucho encima de un escenario, llevo años formándome. No creo que ser director sea excluyente. Y tengo necesidad de seguir contando historias.
(Entrevista publicada el 24 de abril en el Diario EL CORREO).