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Oskar Belategui

Gran Cinema

Crónicas televisivas#8 El Ministerio del Tiempo

 

 

Televisión Española sabía que ‘El Ministerio del Tiempo’ era tan buena que ya la había mostrado a los críticos para calentar los ánimos. Por desgracia, los espectadores prefirieron lo de siempre –‘Bajo sospecha’, en Antena 3, la superó ligeramente en audiencia– mientras las redes sociales ardían en halagos. Ahí es nada una serie que se atreve con los viajes en el tiempo con una mirada tan pop que es capaz de convertir en protagonistas a los populares hermanos ‘heavies’ de la Gran Vía madrileña. Por fin alguien toma al espectador como un ser inteligente, capaz de asumir referencias cinéfilas, y no trata de agradar a todos los espectros de público, el gran mal de las series patrias. Por fin una historia sin niños, abuelitos, botellines de cerveza con la marca bien visible, diálogos que no dejan nada a la imaginación, clichés y música omnipresente. Una ficción española diferente es posible.

 


‘El Ministerio del Tiempo’ no es una serie de época, sino de épocas. Enlaza toda una imaginería de títulos de ciencia-ficción –de ‘Doctor Who’ a ‘Hombres de Negro’– con lecciones de la Historia de España sin ponerse didáctica. Sus héroes son un soldado de los Tercios de Flandes, la primera mujer universitaria en la Barcelona de 1880 y un enfermero del Samur actual, reclutados para viajar en el tiempo a través de unas puertas en el Ministerio del Tiempo, una institución gubernamental autónoma y secreta que depende directamente de Presidencia de Gobierno. Suena a coña, pero funciona. La clave es el sentido del humor, unas tramas que no dan todo mascado y unos actores eminentes. A la química entre los atractivos Rodolfo Sancho y Aura Garrido se une la inquietante presencia de Nacho Fresneda, que en el primer capítulo se volvía al siglo XVI con un ejemplar de ‘El capitán Alastriste’ de Pérez-Reverte.

 

En otro guiño memorable, Rodolfo Sancho, hijo de Sancho Gracia en la vida real, se inscribe en un hotel de 1808 como… Curro Jiménez. Esa mirada juguetona y desmitificadora marca un antes y un después en la historia de la ficción española, siempre presa de temerosas cadenas que no se atreven a arriesgar. ‘El Ministerio del Tiempo’ habla el idioma de los cineastas y no el de los ejecutivos de las televisiones.

 

Ver el primer capítulo de ‘El Ministerio del Tiempo’ aquí.

 

Por Oskar Belategui

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