El próximo martes Telecinco cumple 25 años. Las nieblas de la memoria traen retazos de aquellas primeras emisiones en colores chillones, mientras Antena 3 parecía en blanco y negro. Benny Hill -no tan gracioso como recordábamos de niños- correteando a cámara rápida detrás de alguna chavala; Jesús Gil repantigado en su jacuzzi rodeado de beldades; Emilio Aragón -no tan divertido como recórdabamos a Milikito- en playeras junto a Belén Rueda; los hostiones de chinos en “Humor amarillo”. Telecinco, justo es mencionarlo, también fue la cadena de “Twin Peaks”, “Expediente X”, “CSI” y “Ally McBeal”. Ahora que las series españolas osan adentrarse en casposas historias de época, mejor nos quedamos con el inofensivo costumbrismo de hitos de la ficción patria: “Médico de familia”, “Hospital central” y “Los Serrano”.
“Si programara lo que me gusta habríamos quebrado”, confesaba a este periodista en su despacho Paolo Vasile, el hombre que Silvio Berlusconi envió a España para cuadrar las cuentas de Mediaset. Vasile, un tipo carismático, hijo de un productor de cine romano que se arruinó, nunca ha ocultado que lo menos importante son los programas que van entre los anuncios. Hablar de degeneración es difícil si advertimos que “Crónicas marcianas” fue pionera en elevar la nada a la categoría de tertulia. Quince ediciones de “Gran Hermano” han logrado que calen valores como la vagancia, la incultura y el machismo. La explotación de los más bajos instintos como espectáculo que, en rentable quiebro, retroalimenta otros espacios de una cadena que ahora hace buenas a las Mama Chicho.
Escoria que algún moderno despistado justifica riéndose de lo que considera un circo inofensivo. Como si contemplar la degradación humana resultara algo fascinante. Cuando lees los datos sobre los comportamientos machistas y violentos entre los jóvenes, adviertes dejes de Belén Esteban en chicas y descubres que el modelo de triunfador para los espectadores de “Mujeres y hombres y viceversa” se cimenta en el chulo y la putona, comprendes que el daño provocado a varias generaciones de españoles ya es irreparable.