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Luis Tosar: “Los que luchan contra el narcotráfico saben que es imposible acabar con él”

El recluso Malamadre se pasa al otro lado de la ley como policía cazador de narcos del Estrecho en ‘El Niño’

Luis Tosar (Lugo, 1971) le debe a Daniel Monzón su tercer Goya por el brutal Malamadre de “Celda 211”. Así que cuando el director le pidió que se pasara al otro lado de la ley para perseguir narcotraficantes en el Estrecho a bordo de un helicóptero no lo dudó. “El Niño”, que llega a los cines este viernes con todo el poderío promocional de Tele 5, documenta la lucha cotidiana entre los agentes de la ley y los “gomeros” que vuelan en planeadoras cargadas de fardos de hachís. Tosar encarna a un policía íntegro hasta la náusea, obsesionado con cazar a “El Niño” (el debutante Jesús Castro).

– En el rodaje de “El Niño” le pregunté si había aprendido algo sobre el narcotráfico. Y me contestó: “Soy gallego”.
– Así es. Cambia la idiosincrasia del lugar; en Galicia las lanchas eran rígidas y en el Estrecho son semirrígidas. Digamos que este narcotráfico tiene un aire más extrovertido. En Galicia, por fortuna, pese a los enfrentamientos entre clanes no ha sido un movimiento de mafias que haya provocado violencia social, supongo que porque había mucho pastel que repartir. En el Sur los personajes son más simpáticos, y eso la película lo retrata muy bien. Es la puerta de Europa y están entrando elementos externos que conciben el negocio de otra manera. Nos lo contaba el servicio de vigilancia aduanera: gente rebotada de la guerra de los Balcanes, los rusos… Empieza a cambiar el panorama.

– Ves los miles de containers en el puerto de Algeciras y no puedes evitar pensar que acabar con el narcotráfico es una tarea imposible.
– Inabarcable. Y es un tráfico de todo tipo de materiales, de los buenos y de los malos. Cuando estás con la gente que trabaja en la frontera a diario te transmiten esa sensación, como es inabarcable tomas una decisión, vas hacia un lado y tiras de un hilo, porque es imposible terminar con ello. Lo ves todos los días en las noticias, en una trama de corrupción amplia y virtual es muy difícil buscar una cabeza visible. ¿Pero quién es el jefe de todo esto? No existe.

– No sólo es el dinero lo que mueve a los “gomeros”, que lo gastan tan rápido como lo ganan.
– Eso también es muy diferente a Galicia, donde se tendía a construir un chalé grande con granito de Porriño para enseñar. Forma parte del alma gallega, te vas a la emigración para hacer dinero y luego vuelves en Mercedes. En el Estrecho, los que cortan el bacalao se lo montan mejor y viven en lugares discretos, se mezclan mejor con la gente pudiente. Los de medio pelo, como “El Niño”, viven más al día, aunque en la película se rompe una lanza por ellos, porque son capaces de jugársela por amor.

– También les mueve la adrenalina del riesgo y el desafío a la autoridad.
– Eso funciona en un lado y en otro. Los agentes de la ley también están enganchados a la adrenalina, porque jugar al perro y al gato es divertido. Hay un cierto respeto por el otro y un cierto deseo secreto de que la cosa no acabe.

– ¿Qué aprendió con los policías reales que se la juegan a diario?
– Me llamó la atención la tranquilidad que tienen en general, me despistaba cómo conviven esa aparente serenidad, ser un tipo “cool” al que nada perturba, y las animaladas que hacen en el aire enfrentándose a situaciones donde no sabes si te van a disparar desde la lancha o joder el rotor.

– ¿Qué cree que les motiva a estos agentes, que saben que su labor nunca va a acabar?
– Saben que es imposible terminar con el narcotráfico, pero también saben que algo pueden hacer. Supongo que nada más salir de la academia les desaparecerá esa sensación utópica de luchar contra el mal, si es que en algún momento la tienen.

– Su personaje vive obsesionado con el trabajo, señal de que en su vida las cosas no van bien. ¿También les ocurre a los actores?
– Lo normal es que el trabajo se convierta en algo obsesivo. Para mí ha sido así en todas las películas, que te persiguen también durante la promoción. La mayor parte del día gira en torno a lo que has hecho y en torno a ti, que es la parte más peligrosa.

– ¿Le gusta eso de agarrar una pistola y trepar por ahí?
– Sí, lo que pasa es que a algunos nos pilla talluditos. Y con la cajetilla diaria de tabaco… Eduard (Fernández) y yo éramos un poco patéticos cuando teníamos que correr, menos mal que no estaba el “making of” en ese momento. Suplimos la falta de forma física poniendo cara como de que todo nos importa mucho.

– Repite el mismo equipo de “Celda 211”. ¿Siente presión ante la taquilla? ¿Lo primero que hará el lunes es ver qué ha hecho el filme en los cines?
– Claro. Me preocupa porque ha habido un esfuerzo de producción brutal, un trabajo ímprobo con mucho menos dinero del que se había soñado. En Estados Unidos está película tendría un presupuesto muchísimo más alto. Me gustaría que saliese bien, la verdad.

– No bastará con que Tele 5 bombardee a todas horas con la promoción.
– No. Las películas tienen que conectar y defenderse solas. Y eso forma parte del comportamiento del público, algo que nadie conoce. A mí “El Niño” me parece mucho más compleja y ambiciosa que “Celda 211”.

– Colabora con ONG y movimientos sociales y políticos. ¿Alguna vez se ha arrepentido de dar la cara por algo?
– No. He salido más o menos contento de cosas, y me arrepiento de chorradas que he hecho, pero no de haber dado la cara por organizaciones cuyo fin es mejorar este mundo en el que vivimos. Quizá lo menos acertado fue mi inmersión en política (estuvo en las listas del BNG), porque no tenía ni idea. Pero no me arrepiento, porque entonces estaba convencido de que lo tenía que hacer. Eso lo hago fatal, y creo que soy más útil en otro tipo de acciones.

– ¿Se busca en Google a veces?
– Sobre todo cuando hay alguna cosa delicada, pero procuro no hacerlo mucho. Es una mierda, una dinámica que no me gusta.

– Muchos actores compañeros suyos tienen cuenta de Twitter.
– Es algo que no me llama nada la atención. En realidad soy medio garrulo. Luego ves que hay unas cagadas espectaculares, si ya es difícil defenderte delante de una grabadora hacerlo en 140 caracteres…

– Lleva delante de las cámaras veinte años. ¿Dónde se ve dentro de otros veinte?
– Espero que la vida y la profesión me permitan seguir currando en esto. Porque disfruto mucho y ahora, desde hace dos años, empiezo a entender bien de qué va. Me es más fácil, sé medir fuerzas y codificar el resultado. Me he reconciliado conmigo mismo, ahora sé cómo llevar a buen puerto mis energías. Antes hacía cosas para la galería, para demostrar que era actor, como tomar muchas notas que nunca consultaba.

– Participó en “Miami Vice” de Michael Mann. ¿Su amigo Javier Bardem no le va a convencer para que vaya a Los Ángeles a probar suerte?
– Tampoco es que Javier haga muchos esfuerzos para convencerme, ja, ja. Él intenta pasar el menor tiempo posible allí. Me da mucha pereza, aunque un día a lo mejor me da la venada si aquí no tengo proyectos. Ese rosario de agencias, abogados, representantes… Buf.

– ¿Y si le llama Scorsese?
– De cabeza, aunque es improbable. Es uno de mis dioses junto a Clint Eastwood, por ir de guay.

– ¿Sigue con su grupo de música, The Ellas?
– Este año estamos en barbecho. Hemos tocado en fiestas de Santiago con otros grupos. Me sigue divirtiendo, porque mi sueño siempre ha sido ser estrella del rock, después empiezas a perder pelo y acabas de actor. Además, tienes que tener un aspecto. Veo a los Stones y no sé si me gustaría ver a mi abuelo vestido así.

Daniel Monzón: “Lo moral y lo inmoral se confunden en el estrecho”

El director de ‘El Niño’ se documentó sobre el terreno para retratar a policías y narcotraficante “sin juzgarlos”

Parece mentira que el cine español no hubiera aprovechado hasta ahora un universo tan fascinante como el delimitado por el Estrecho de Gibraltar, donde colisionan dos continentes, tres países (España, Marruecos y Reino Unido) y contrasta la opulencia de edenes de ricos como Sotogrande con la miseria de barriadas africanas. «Cuando estás allí lo primero que te sorprende es la cercanía de África», constata Daniel Monzón, que pasó semanas en el terreno junto a Jorge Guerricaechevarria antes de escribir juntos el guion. «Esas montañas majestuosas te están llamando, te da la sensación de que puedes alcanzarlas a nado. Entiendes que la gente de allí tenga un anhelo natural a pasar al otro lado, que la cultura de contrabando sea centenaria en la zona y que lo moral y lo inmoral se confundan».

Las primeras imágenes de “El Niño” resultan hipnóticas. El trajín de containers en el puerto de Algeciras, principal puerta de Europa para África, posee un sesgo documental y avasallanpor la magnitud de las mercancías que se mueven sin descanso. Demuestra la titánica tarea de los policías encargados de combatir el narcotráfico, a los que dan vida en el filme Luis Tosar, Eduard Fernández, Sergi López y Bárbara Lennie. Sus cuitas profesionales las hemos visto en otras películas. Su trabajo les pasa factura en forma de divorcios, corruptelas y cinismo. Pero Monzón acierta en no cargar las tintas y en repartir simpatías entre agentes de la ley y villanos sin juzgar a nadie.

«Los chavales que pasan la droga en planeadoras no están estigmatizados socialmente, más bien son admirados en ciertos círculos», revela el autor de “Celda 211”. «Algunos se exhiben y se compran un deportivo para lucirlo, otros, más astutos, lo hacen de manera más callada. Piensas que lo hacen por dinero, pero lo que les pone de verdad es llevar un bólido en el horizonte infinito del mar. A esa edad también hay un componente de desafío a la autoridad y de inconsciencia, no piensan que pueden morir. Los propios policías también te reconocían su excitación, la adrenalina se da en la planeadora y en el helicóptero, arriba y abajo. He querido demostrar esa euforia de forma muy física en las escenas de acción».

“El Niño” toma su título del chaval protagonista, cuya habilidad con la moto de agua es aprovechada por los narcos para erigirle en el conductor más rápido de embarcaciones semirrígidas. Jesús Castro, que hasta hace dos días ayudaba en la churrería gaditana de su padre, se come la pantalla con su mirada a lo Steve McQueen. La relación con sus compañeros de fechorías (Jesús Carroza y Said Chatiby) explota el sentimiento de camaradería que, según Monzón, se establece cuando vuelas de noche a 60 nudos y te enfoca el Eco Charlie 135, la pesadilla de los contrabandistas.

«El chaval que conduce -el gomero- y el que le guía y avisa por si aparece el pájaro se hacen hermanos. Hablamos con gente que pasó droga en los 80 y 90, y todos coincidían en que lo que más echaban de menos era ese sentimiento de hermandad». Si en “Celda 211”, ganadora de ocho Goyas, Monzón describía un universo carcelario a partir de la relación entre un recluso veterano y un recién llegado, “El Niño” documenta el narcotráfico en el Estrecho mediante la obsesión de un policía íntegro y recto por dar caza a este kamikaze inspirado lejanamente en un personaje real, Mohamed T. A., alias “El Nene”, desaparecido en aguas marroquíes el pasado agosto.
«La película no juzga a nadie, cada uno tiene sus razones, que decía Jean Renoir», cita Monzón, reputado crítico de cine antes de agarrar la cámara. «Lo maniqueo me aburre. Y cuando vives la aventura humana de conocer a policías y delincuentes tratas de entenderles a todos». ¿Y qué opina de la legalización de la droga? «Pregunta a los que luchan contra el narcotráfico y te dirán que así se acabaría el negocio. ¿Por qué no se hace? Hay intereses creados que llegan muy alto».
Con sus impecables escenas de persecuciones, soberbios actores y el único pero de una endeble trama sentimental, la poderosa “El Niño” no debería ser confundida por algún espectador despistado con un episodio extendido de “El Príncipe”.

Por Oskar Belategui

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