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Oskar Belategui

Gran Cinema

Álex de la Iglesia: “Que la gente ya no vote a los mismos de siempre me parece muy grande”

La cabeza de Álex de la Iglesia bulle. “Las brujas de Zugarramurdi” todavía se está estrenando por el mundo y el director bilbaíno ya ha rodado en Argentina un documental sobre Leo Messi y prepara una nueva comedia y una serie de televisión. Mientras, le ha dado tiempo a escribir su segunda novela, “Recuérdame que te odie” (Ed. Planeta), cuya elaboración ha resultado tan accidentada como la anterior, “Payasos en la lavadora”: si aquella estaba en un portátil que se perdió, esta se esfumó en la “nube” de Apple.

Un editor de cómics en horas bajas tras la pista de un dibujante desaparecido conforma el hilo argumental de una narración torrencial, donde el autor de “El día de la Bestia” vuelca todas sus obsesiones, de los chascarrillos pop a la alta cultura. «Escribir un libro nace de la urgencia y la necesidad de hacer cosas, como el resto de españoles», sostiene. «Y luego es que últimamente duermo poco, cuatro o cinco horas. Por la noche me pongo a escribir. Si no trabajo a este nivel de estrés no funciono».
– ¿La locura es un motor creativo?
– En mi caso funciona. Todos estamos particularmente neuróticos u obsesionados, pero en mi caso concreto la locura es un tema que familiarmente lo tengo muy cerca con mi hermano. En casa hemos vivido siempre una situación muy cercana a los psiquiátricos. Por eso le dedico la novela. La locura forma parte de un magma que te va conformando la cabeza: el sitio donde vives, la gente que te rodea… En la novela no aparece nadie real, pero si pones los personajes juntos aparecen personas. No son nadie y a la vez son un montón de amigos; yo no soy el protagonista, Rubén Ondarra, pero tiene cosas mías. Cuando escribes no puedes evitar beber de tus manías y tus obsesiones.
– ¿Admira a los artistas asociados a la locura: Dalí, Panero, Munch…?
– Y quién no encuentra fascinante la figura del artista loco… Sobre todo por su libertad. Hubo un momento en que el artista cercano al genio, dotado de una sensibilidad superior, resultaba admirado y comprendido por todos. Eso desapareció. Ahora, con suerte, suplicamos ser considerados trabajadores como los demás. Y eso lo estamos perdiendo, dentro de poco no seremos ni trabajadores.
– El único artista loco vivo que me viene a la cabeza es Fernando Arrabal.
– El último que queda. Arrabal es un dramaturgo genial y un poeta increíble, excomponente del Grupo Pánico con Jodorowski, una figura fundamental de la cultura en los 60 y 70. Y ahora, ¿quién es? El tipo que se cayó en la mesa en el programa de Dragó y que sale en YouTube. Ha quedado reducido a eso. ¿Y Fernando Fernán Gómez? El que le quitan las letras del nombre en su teatro. El mejor director que ha habido en España, un dramaturgo alucinante, un novelista genial, es el fulano malencarado que mandó a la mierda a un lector. Esa sensación de ahogo también está en la novela. El protagonista ha vivido la Transición y la Movida, y lo echa de menos. Dirigía una revista de cómic radical -un trasunto del “Víbora”- que ha acabado siendo una revista porno.
– Ahora que la resaca se prolonga demasiado, dice usted, es mejor generar una locura más mental que real.
– Sin duda. Ahora nos tenemos que nutrir de lo que hemos vivido y de un tanto por ciento muy elevado de imaginación. No solo las resacas son mucho más difíciles de llevar que antes, sino que el mismo proceso creativo te hace llegar a un vampirismo psicológico. Necesitas estar con gente. Yo lo noto con mis hijas, ansío esa energía de cuando ven por primera vez “Pinocho”. Hay que provocar esa locura como en laboratorio, cosa que tampoco está mal.
– El humor de sus novelas bebe de Mihura, Eduardo Mendoza… ¿Alguna vez rodará un drama?
– No sé si podría. El problema es que no parecería un drama, aunque lo fuera. La gente tiende a verte de una determinada manera y tú tienes que luchar por no ser como los demás quieren que seas. Por otro lado, no sé si soy capaz de hacer un drama. Sería como no tomármelo en serio, valga la paradoja. Me parecería como un ejercicio de estilo, siempre habría un momento en que pensara: esto queda mejor en comedia. Que hagas reír no significa que restes intensidad al drama, al contrario, lo amplificas, resulta todo mucho más terrible.
– Madrid es vital en el libro. ¿Sigue siendo la ciudad de la Bestia?
– Ahora más que nunca. Madrid es una ciudad curiosa. Por un lado es un lugar incómodo para vivir, a diferencia de Bilbao, donde se está anímicamente bien. Madrid es hostil. Pero como está llena de gente que viene de todos los sitios y se encuentra en la misma situación de desprotección, eso genera una gran amistad. Me cae muy bien la gente que vive en esta ciudad. Su desesperación y locura resultan muy atractivas. Al final, da la sensación de que nadie se siente parte de Madrid. Es como un símbolo del país, todos estamos metidos en el mismo mogollón, en un refugio provisional, y esa misma angustia genera un sentimiento de fraternidad. Todos somos emigrantes, aunque llevemos veinte años.
– En “Recuérdame que te odie” surge su amor por los cómics, los juegos de rol, las bibliotecas… ¿Se ha vuelto un nostálgico?
– Hace unos años sentía que debía abandonar todo eso, ya soy una persona mayor. Y después descubrí que eso significaba abandonarte a ti mismo. No puedes desprenderte de cosas que forman parte de tu carácter, te sientes más a gusto si lo reconoces. Hay un momento en “El combate de los jefes” de Astérix en el que un druida está totalmente loco tras haber recibido unos cuantos menhirazos. Pero sigue elaborando sus pociones. Un tipo con muletas entra a su choza y sale sin ellas pero con la piel a topos. Esa es la solución: acostumbrarse pacíficamente al descontrol.
– Cita a Astérix. En la novela salta de la fórmula de los Risketos a una canción de Mecano, de Durero a San Isidoro de Sevilla. ¿Qué es para usted la alta cultura?
– Un oxímoron: si es cultura, no es alta. El cambio de registro, las posibilidades que tienes de hablar a varios niveles, eso es cultura. El tipo que puede charlar con unos aceituneros en un olivar y al mismo tiempo no desentonar en una reunión en Manhattan. No hay cultura si no puedes encontrarte en cualquier lenguaje. Humildemente es lo que me gusta, no diferencio entre bueno y malo. Decimos que nos gusta el cine de Ford y Dreyer, pero el que ha conformado nuestro cerebro es el de Martínez Soria y “El Ete y el Oto”. Las experiencias que vives tienen todas la misma trascendencia, no hay unas más importantes que otras.
– ¿Dónde se va a meter ahora que empieza el Mundial?
– Voy a intentar ocultarme. La gente vivirá pendiente de la televisión. Se estará bien por la calle.
– Odia el fútbol y acaba de rodar un documental sobre Messi.
– Como cineasta me gusta contar mis historias, pero no se me caen los anillos si cuento las de otros. Ruedo muchos anuncios. Y he hecho el documental por encargo de Mediapro porque me parecía un reto, una historia absolutamente dispar con mis gustos. He disfrutado mucho. El filme es una cena con jugadores, entrenadores, familiares y profesores de Leo Messi, todos opinando sobre él. Su infancia la ilustramos con imágenes de ficción que rodamos en Rosario.
– ¿Incluye sus líos legales y financieros?
– No los he ocultado.
– Si hace veinte años le dicen que iba a acabar anunciando un Mercedes…
– Ja, ja. A mí no me gusta participar en estas cosas, pero me reí tanto leyendo el guion… El realizador es un tipo brillante, me gustó mucho cómo lo hizo.
– ¿Qué es lo más importante que le ha pasado a España en los últimos tiempos?
– No creas que soy un buen observador, estoy demasiado huido en el recuerdo y en el pensamiento del futuro como para sacar una conclusión del presente. Pero creo que, sin duda, resolver el conflicto en Euskadi. Para mí es esencial.
– ¿La revolución se va a quedar en retuitear?
– Tengo mucho miedo de que haya verdad en tus palabras. Todos somos muy valientes en el ordenador, y luego eso no tiene el reflejo que debería en una respuesta social. Nos ha pasado siempre, todos hablamos de política y al final terminábamos votando a los mismos de siempre. Eso ha cambiado, y tengo esperanza. Lo último que ha ocurrido me parece muy grande, no tiene por qué haber solo dos maneras de ver las cosas.
Entrevista publicada en el Diario EL CORREO el 12 de junio de 2014.

Por Oskar Belategui

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