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“Hay gente a la que no le interesa que la industria cambie”

ÁLEX DE LA IGLESIA  DIRECTOR

 

 

El realizador bilbaíno, homenajeado en el Festival de Málaga, ultima ‘Las brujas de Zugarramurdi’

 

Las habrá visto mil veces, pero cuando Álex de la Iglesia enseña las primeras escenas de “Las brujas de Zugarramurdi” en la sala de montaje se ríe como si las descubriera por primera vez. «Es una película muy complicada, los diez minutos del comienzo me han llevado tres meses de montaje», aclara. Su undécimo largometraje arranca con dos pobres diablos poniendo patas arriba la Puerta del Sol. Mario Casas, disfrazado de soldadito de “Toy Story”, y Hugo Silva, en taparrabos y pintado de plata, roban en una tienda de Compro Oro 25.000 anillos de boda, un cargamento de mal fario que les perseguirá hasta la cueva navarra de las brujas por excelencia: Zugarramurdi. (Crónica del rodaje aquí).
«Es una comedia frenética de un grupo de tipos que huyen no tanto de un atraco, sino de una situación emocional imposible. Ellos no lo saben, pero la causa de sus problemas son ellos mismos», describe el realizador bilbaíno, que ha recibido el Premio Retrospectiva en el Festival de Cine Español de Málaga. “Las brujas de Zugarramurdi” se estrenará en septiembre tras su probable paso por el Zinemaldia. «Eso sí, fuera de competición».

– Homenajes, retrospectivas, libros sobre su obra… ¿Se ha convertido en un director respetable?
– Nadie se lo cree. Yo lo interpreto como cariño, no me lo tomo en serio. Y me da una sensación muy peligrosa de que esto se acaba… Siento que acabo de empezar, que estoy probando cosas. El otro día me paré a contemplar mi habitación, infestada de tebeos y muñecos. Llevo una camiseta de la Marvel. No me he parado a pensar que tengo 47 años. Si la madurez es un órgano me lo han extirpado. Y creo que es absolutamente necesario que sea así para hacer cine. En este trabajo necesitas un nivel de ensimismamiento y una inmadurez consciente, aunque ya no cuele. Sé que tengo un problema.

– ¿La gente que admira también es así? Hace poco nos dejaba Jesús Franco, que hizo del cine su modo de vida.
– Jess Franco no decía a los actores que estaba rodando dos películas a la vez. “Poneros estos trajes de romanos y corred hacia allí…”. Es necesario jugar a eso, vampirizar ese tipo de ilusión en otros para estar rodeado de gente que tenga ese mismo espíritu. Cuando yo veo a mi alrededor a alguien que dice “vamos a pensar esto”, lo echo. No consiento la madurez a mi alrededor, porque me detiene. La inmadurez es la conclusión lógica de mi trabajo y de mi manera de ver la vida.

– ¿Y qué opinan sus hijas al respecto?
– Mientras tengan donde comer y puedan ir al colegio creo que lo hago bien como padre.

– Jess Franco, Bigas Luna, Mariví Bilbao, Sancho Gracia, Sara Montiel…
– Espero que no sea una cuestión de francotiradores… A partir de los 45 años, el sitio que más visitas es el tanatorio. Llevo sufriendo la pérdida de amigos y de compañeros de profesión, siento vértigo. Perdemos el nexo con una generación anterior de grandes directores y con esos actores de reparto que eran lo más sólido de la profesión.

– ¿Cree en las brujas?
– Por supuesto. Esas cosas se han hecho y se siguen haciendo. Una lástima que no esté más extendido.

– Cuando estudiaba Filosofía en Deusto, buceaba en la Biblioteca Loyola en los textos de Aita Barandiaran y Julio Caro Baroja.
– Todo eso aparece como un clima subyacente, pero no hay ninguna intención de hacer una película realista. Me gustan los testimonios de las brujas de Logroño, que raspaban la piel de los sapos para extraer el jugo y lo metían en tarros con beleño y amanita muscaria. Después se lo aplicaban en los sobacos y en las nalgas. Ese es el verdadero origen de la escoba.

– ¿A quién quemamos hoy en las hogueras?
– Espero que a nadie. Ahora más bien se da una especie de corrección política que nos asfixia. Si hay hogueras son mediáticas, porque la gente lo pide. Tenemos la televisión y las redes sociales que nos merecemos. Cuanta más información, más cuida do hay que tener con lo que se dice.

– ¿Y eso de la tele que nos merecemos?
– Sí. Podrían dar más películas, pero al parecer la audiencia no lo permite. “Splash” tiene más tirón que una de Peckimpah. Nos apetece ver a gente conocida haciendo el ridículo en traje de baño, con el pequeño morbo de ver si se rompen la columna. En las redes sociales también hay de todo: gente muy buena con ganas de hacer cosas y trolls, que llaman más la atención.

– Usted se ha relajado mucho en Twitter.
– Si ahora no tuiteo tanto como antes es solo por falta de tiempo. Yo me expongo tal y como soy en cada película, es como si saliera desnudo y contara mi vida. Sabéis quién soy, qué pienso, cuáles son mis limitaciones. Entonces, ¿a mí qué más me da decir algo en Twitter? Cuando lo descubres te enganchas y conoces a un montón de gente. Dentro de unos años, nadie vivirá sin Twitter. Ahora nos estamos adaptando, como cuando entró la televisión en casa. Un shock.

– ¿Ha palpado en los escenarios navarros algo sobrenatural?
– Sobrenatural ha sido lo bien que nos han acogido en Zugarramurdi, acostumbrado a rodar en Madrid, donde a las tres tomas la gente se te echa al cuello. “¿Qué estáis haciendo, subvencionados? ¡Todos fuera!”. Teníamos a señoras que cogían un autobús a las seis de la mañana en Pamplona, pasaban cuatro horas maquillándose y después corrían descosidas por un prado detrás de Mario Casas. Catorce tomas. Alguna pedía volver al día siguiente, aunque fuera sin cobrar.

– Vive junto a la Puerta del Sol. ¿Por qué le atrae tanto esa zona de Madrid?
– Es como mi estudio, lo más frenético y demencial culturalmente de Madrid. Visualmente es el espacio más poderoso: Sol, Gran Vía, Montera… Porque a mí me parece atractivo Boris Karloff, no Alan Ladd. No me veo rodando en Serrano…

– Las mujeres en su cine suelen sufrir. ¿Esta vez también?
– El tema central de la peli es la manera que tenemos de enfrentarnos a las mujeres. Reflejo la torpeza absoluta del hombre para mantener una relación normal con una mujer. Ellas tienen el poder. Hay momentos claramente feministas, en los que yo estoy a favor de las brujas.

– ¿Y qué tal con Carmen Maura?
– Es una bruja, je, je. Como Terele Pávez y Carolina Bang. Para que las mujeres sean encantadoras ya tenemos a Sandra Bullock. Prefiero contar qué pasa si ellas van a por ti.

– ¿Cada vez es más complicado estrenar una película y llegar al público?
– No quiero ser apocalíptico, pero el cine en sí mismo está siendo amenazado por un montón de condicionantes que lo empujan a la desaparición. En Italia la industria prácticamente ha desaparecido: Cinecittà, donde se rodaban cientos de películas, la proyección del cine italiano en el mundo… Aquí llevamos el mismo camino. En un momento determinado hubo una serie de poderes concretos -léase la televisión- que consideraron que si algún tipo de audiovisual debía hacerse era para la pequeña pantalla. Lo mismo pasó en Italia. La gente no se ha dado cuenta de que hay unas razones políticas y sociales que lo han provocado.

– En España las televisiones son las principales productoras de cine. Por obligación legal, eso sí.
– Convencer a las televisiones fue una labor que tímidamente hicimos cuando estuve al frente de la Academia, hacerles ver que son grandes productores de cine, no gente que invierte. Telecinco ha estado en los Oscar gracias a una película, no por una serie de televisión o por un programa de tertulia de la tarde. Gracias a su inversión este país ha tenido sus mayores éxitos, son los mejores productores. Sin las televisiones no se puede hacer cine en España. Sería muy bueno que lo entendieran así, no verlas como un enemigo, sino como un aliado.

– No sé qué opinaría Paolo Vasile al respecto…
– Estoy convencido de que estaría de acuerdo. Paolo es un gran amante del cine, además le viene de familia.

– Pero Vasile siempre dice que si no le obligara la ley, no invertiría en cine.
– Pero sigue produciendo. Porque le gusta. Estoy convencido de que Telecinco está muy orgullosa de sus películas, de que Paolo se enorgullece más de “Lo imposible” que de los programas de la tarde. Es una persona muy inteligente y muy culta.

– ¿Qué opina del “crowdfunding”, financiar un filme a través de pequeñas aportaciones colectivas en Internet?
– La respuesta requiere un nivel de sinceridad que no tengo, no puedo responder porque voy a tener problemas. Es un problema de poderes, hay gente a la que no le interesa que la industria cambie porque pierden su liderazgo. Imagínate que consigues levantar una película complejísima en dos años con el micromecenazgo, sería la demostración de que el sistema funciona. Woody Allen podría financiarse una película en un día si hiciera “crowdfunding”, en vez de convencer a Ayuntamientos por todo el mundo para conseguir dinero (dentro de poco rodará, no sé, “Barakaldo mon amour”). Pero hay mucha gente que no quiere que eso ocurra, porque desaparecerían los intermediarios.


– O sea, que no lo descarta en un futuro.
– Lo descarto, porque tengo mucho miedo a las represalias.

– ¿Cómo contempla esta España que se despierta cada día con malas noticias?
– Saldremos de esto convirtiendo los problemas en virtud. Esta película ha sido dificilísima de levantar, pero yo soy un privilegiado, no tengo nada de qué quejarme, hay otros sectores de la sociedad infinitamente más afectados. Vamos a intentar hacer que las cosas jueguen a nuestro favor. Siempre pienso en el Neorrealismo, en la comedia de los 50. Otra cosa es que a mí no me guste en mis películas tratar un problema en concreto. Si se muere alguien de tu familia, procuras hablar de otra cosa para que, de alguna manera, se le olvide con cariño.

 

 

 

Zombis y cortes de pelo borrokas

«Gloria Swanson pero en borroka». Así define Álex de la Iglesia el personaje de Carmen Maura en “Las brujas de Zugarramurdi”, la reina del aquelarre. La acompañan otras dos generaciones de hechiceras en la familia: Terele Pávez y Carolina Bang, con un corte de pelo que tampoco desentonaría en un gaztetxe. El rodaje en la impresionante cueva de Zugarramurdi, con cientos de figurantes “zombificados”, ya alertaba sobre el despiporre de una comedia que lo tiene todo para ser el taquillazo del cine español en el último trimestre. Empezando por sus patéticos héroes, Hugo Silva y Mario Casas, este último dejando atrás la etiqueta de galán de una vez por todas.

 

(Entrevista publicada en EL CORREO y el resto de diarios de Vocento el 20 de abril de 2013)

Por Oskar Belategui

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