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Oskar Belategui

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“La derecha todavía tiene cuentas pendientes con el cine español”

PEDRO ALMODÓVAR   DIRECTOR

 

 

El cineasta encierra España en un avión en “Los amantes pasajeros”, su regreso a la comedia: «Lo único que no nos pueden quitar es el sexo»

 

Hacía 25 años que Pedro Almodóvar no rodaba una comedia pura. El director español más internacional no se había mostrado tan loco y desinhibido desde “Mujeres al borde de un ataque de nervios”. Sin embargo, “Los amantes pasajeros” no solo rezuma frivolidad con sus azafatos locazas y sus pilotos salidos. Almodóvar encierra España en un avión y lo pone a dar vueltas en círculo sobre uno de los aeropuertos fantasma, símbolo de un país decadente por los excesos de la clase dirigente. Sexo, drogas y corrupción en uno de los presumibles taquillazos del año.
– Necesitaba una comedia después de “La piel que habito”.

– Sí. Empecé a escribir “Los amantes pasajeros” por pura diversión, sin saber si iba a ser una película. Quería recuperar el tono de principios de los 80. No es una película tan libre como entonces porque yo no soy la misma persona ni el país es el mismo. Pero hay un deseo implícito de homenajear aquellos años y el estado de ánimo explosivo. De hecho, el cóctel que bebe la tripulación es muy de los 80, agua de Valencia mezclada con mescalina, la droga más social que yo recuerde.

– ¿Cómo ha cambiado la manera de reflejar la homosexualidad en su cine desde los 80?
– Ver a dos hombres besándose ya no es transgresor, no creo que en “Milk” nadie se extrañe porque Sean Penn bese a otro actor. En la película rodé besos pero no los he montado. Me parecía más íntimo ver a Javier Cámara saliendo del baño y abrochándole la camisa a Antonio de la Torre, diciéndole que llame a su mujer (algunos bisexuales son así, ocultándolo cuando lo sabe todo el mundo). No tuve prejuicios al mostrar a tres pedazos de loca. En otras películas en cambio he procurado que los personajes homosexuales no se distinguieran por su gestualidad ni por nada.

– En televisión hay muchos presentadores homosexuales. ¿Eso contribuye a la normalización?
– Me sorprende que todas las series tengan personajes gays, no estoy seguro de que para ellos eso sea la normalización, más bien tratan de jugar con el morbo del espectador. La sociedad ha avanzado en este aspecto, pero no lo suficiente. Sigue habiendo manifestaciones en contra de los matrimonios homosexuales en Estados Unidos, Francia… La televisión ha hecho que la homosexualidad y la transexualidad estén más presentes. La gente ya no se asusta porque ha conocido a Fulanita en un “reality”. Ayuda, pero que un transexual se opere en vivo en un programa no es normalización. Eso se llama morbo y sensacionalismo.

– ¿La normalización sería que no hubiese manifestaciones en defensa de un único modelo de familia?
– Claro. ¿Cómo no se va a llamar matrimonio la unión de dos gays? Yo no me voy a casar. Soy de los 60, pertenezco a una generación en que éramos opuestos al matrimonio en general. Pero se trata de que todas las personas tengan los mismos derechos. Y aclaro a los homófobos que no se les obliga a casarse con un hombre. Esos problemas semánticos indican algo más profundo. Por no hablar de las complicaciones a la hora de adoptar o de la postura de la Iglesia, que siguen diciendo barbaridades de los homosexuales y el uso del preservativo. Y fíjate si tienen por qué callar… Quiera o no la Iglesia, la realidad es que las familias del mismo sexo y con niños existen.

– Vivimos en un estado aconfesional.
– Sí, pero la Iglesia sigue teniendo mucha fuerza. Recuerdo a las masas saliendo en protesta contra la familia homosexual y al mismísimo Pontífice en vivo y directo en Colón… Creo en el laicismo y espero que en algún momento los gobernantes de este país se comporten con igualdad con cada una de las religiones que profesan sus ciudadanos.
– Encierra a España en el avión de “Los amantes pasajeros”. La clase turista está dormida, anestesiada, durante todo el viaje…
– Está hecho para demostrar que a los que mandan les parece lo más práctico anularles, drogarles con un ansiolítico para que no armen follón. Se llama abuso de poder.
– ¿Y con qué está anestesiada hoy España?
– Yo creo que no está anestesiada. Están intentando anestesiarla a base de no información. La realidad es la nuestra, no hay modo de desconocerla a pesar de que el Gobierno no mencione en su debate ni uno de los problemas reales que nos preocupan y que alguna gente no los está ni siquiera superando con su vida. La gente es más consciente que nunca. Y los jóvenes se han unido a esa necesaria conciencia, jóvenes que no tienen nada que ver con sus hermanos mayores, que nacieron en democracia pero sin memoria de lucha.

– No estamos narcotizados. Pero entonces, ¿por qué se critica a Maribel Verdú por recordar a los desahuciados al recoger su Goya?
– No sé cuántos la criticarán, no voy contándolos. Cada día salen a la calle a protestar muchos colectivos: médicos, profesores… Lo de Maribel y Candela (Peña) me escandaliza por la clase política. La gente no es consciente de cómo viven los actores. Si son suficientemente longevos acaban en la indigencia. Hay alguna gente contaminada que cree que se les subvenciona, cuando cobran por un servicio como cualquier otra persona. El 90% de los actores está en paro. Y además de hacer películas son ciudadanos. ¿Cómo les van a prohibir que reaccionen a una realidad que les está afectando, como a cualquiera que tenga corazón? La labor de desprestigio desde la derecha tiene ya mucho tiempo. A algunos actores les va muy bien con su trabajo, de acuerdo. Y tienen residencia fiscal fuera de España, sí. Pero eso no es ilegal, no se enriquecen del mismo modo que Bárcenas y todos los demás. Que ese actor tenga que ser insolidario y no pueda manifestarse prosaharaui es tal disparate…

 

– Y aparte de Maribel Verdú, ¿qué le parecieron los Goya?
– El discurso más duro fue el editorial inicial de Eva Hache, que lo hizo maravillosamente, como una presentadora de unos premios de cine, con muy buen humor y un buen guion. Enrique González Macho hizo el discurso que le correspondía. Lo demás es querer rasgarse las vestiduras por tonterías.

– ¿Por qué no fue a la gala?
– No estaba en España, pero tampoco hubiera ido. No teníamos película y me cuesta un trabajo descomunal estar en ceremonias por la iluminación, tengo fotofobia. El año pasado no puedes imaginar la migraña que sufrí. No me pude quitar las gafas ni un segundo, la gente cree que me las pongo por capricho.

– Fernando Trueba dice que, ante un país que no ama a sus artistas, le dan ganas de hacerse francés.
– Fernando es muy afrancesado. Parte de este pueblo, a la que más se la oye, demuestra tenernos una gran inquina. Y es que esta profesión es mayoritariamente de izquierdas. En Francia no importa el partido donde milites, hay un gran respeto a su historia cultural. Mira, yo el único ejercicio que hago es pasear. Voy por la calle y me encuentro con la gente real, de hecho se me puede ver en los Facebooks porque me sacan fotos todo el tiempo, ja, ja. Me abordan y no noto ningún tipo de hostilidad. Pero soy consciente de que parte de nuestro país no olvida que dijimos “no a la guerra”, como el 90% de España entonces. Son cuentas pendientes que hacen que la derecha se vuelva de un modo muy violento y cruel contra nuestro sector. Cuando llegan los Goya lees los periódicos o ves ciertas tertulias y es descorazonador, pero no es el sentir general.

– ¿Qué opina de las declaraciones del ministro de Hacienda, acusando a algunos actores de no cumplir con el fisco?
– Una gilipollez y una mentira como la copa de un pino. Si hay actores que defraudan a Hacienda, ve a por ellos. En cuanto a los medios de la caverna, por salud mental no veo ninguno. Por eso me ves tan ingenuo. Mi hermano Agustín sí está al tanto por si en algun momento hay que reaccionar.

– Es la imagen en Francia de la Galerías Lafayette. ¿Podría serlo en España del Corte Inglés?
– Yo creo que en Francia y en España se me contempla parecido. Allí tienen otra forma de celebrar a los artistas, más educada y sutil, aquí somos más directos. No creo que El Corte Inglés me hubiera llamado. Las Galerías Lafayette suelen elegir a un personaje representando cada estación. Me propusieron hacer unas fotografías con Jean-Paul Goude, que me gusta muchísimo. Estaba seguro del resultado.

– Hay un personaje en “Los amantes pasajeros”: un presidente de una caja de ahorros que huye del país. ¿Es el malo de la película?
– Es el más malo y antipático, pero estamos en una comedia, no juzgo a ningún personaje. También sale un asesino a sueldo y una chantajista de alto standing.

– El aeropuerto fantasma de Ciudad Real solo ha servido para que usted ruede allí su película. Es casi un acto de justicia poética.
– Me quedé fascinado cuando lo vi. Me venía como anillo al dedo, no tuvimos que tocar nada. En plena llanura manchega, la pista más larga de Europa. No hay mejor metáfora de esta sociedad. Costó más de 1.000 millones y hay un montón de aeropuertos así. Este al menos no se hizo con dinero público. Mostrarlo le da un tremendo poder a la película.

 

 

 

 

“Si tuviera veinte años colgaría mis cortos en Internet”

Nada resume mejor el espíritu libertario de “Los amantes pasajeros” que ese trío de azafatos (Carlos Areces, Raúl Arévalo y Javier Cámara) que ameniza al pasaje de “business” con una coreografía al ritmo del “I”m so excited” de las Pointer Sisters. Un momento de delirio petardo en un vodevil aéreo con los colores pop de David Delfín. Almodóvar demuestra una vez más el ojo que tiene para los actores (Hugo Silva, Antonio de la Torre, Paz Vega, Carmen Machi, Cecilia Roth, Miguel Ángel Silvestre y la aparición especial de Antonio Banderas y Penélope Cruz), su agudeza con los guiños culturales -de Bolaño a la Movida- y su gusto a la hora de recuperar joyas musicales. En vez de cargar las tintas contra las miserias cotidianas de un país que se hunde, apela a la celebración del sexo como catarsis. Hacía muchos años que no se follaba tanto en una película de Almodóvar.

– ¿Hay un mensaje en “Los amantes pasajeros” de que tenemos que hacer más el amor?
– Sí. El sexo hay que celebrarlo, es uno de los mayores regalos que nos ha hecho nuestra naturaleza. El sexo bisexual, porque, sin mirar a nadie, está en esa naturaleza nuestra. Un placer absolutamente democrático que nadie te puede quitar, más allá de clases sociales y otras circunstancias. Hay que hacerlo con un poquito de cuidado, eso sí.

– Pedro Almodóvar tiene 63 años…
– No lo digas. Me cuesta admitir esa edad, si me preguntan la digo como un modo de aceptar el paso del tiempo. Todo ha ido muy rápido. No miro para atrás, lo interesante es qué películas haré. No soy creyente, no tengo ni idea de qué va a pasar con este cuerpo. Y la posteridad tampoco me preocupa, las películas me sobrevivirán, su naturaleza es distinta a la humana. Me preocupan los próximos cinco años, porque pienso hacer más de una película. El estímulo y la inseguridad van juntos, es la naturaleza de este trabajo.

– ¿Qué espera de esta película?
– Mucho. En Francia se estrenará dos semanas después que en España. Los que la han visto dicen que les gusta mucho, pero necesito que se abran las taquillas y ver cómo reacciona el espectador. Trataré de no mirar mucho las críticas. Permanezco inseguro hasta una semana después del estreno. Con el país como está, con la subida del IVA y la piratería…

– ¿Rodará después su película sobre el poeta Marcos Ana, preso político en las cárceles franquistas durante 23 años?
– Tengo hecha una sinopsis. El libro es tan amplio que tienes que elegir qué mostrar. Me gustaría que él viera la película en vida. Los guiones que tengo en fase de desarrollo no son comedias.

– ¿Cómo ve el cine español, los jóvenes directores que recolectan financiación en Internet?
– Está bien para empezar en el cine. Yo hice mi primera película mediante “crowdfunding”, ja, ja. 400.000 pesetas de amigos para comprar el negativo. Si tuviera veinte años y quisiera hacer cine rodaría cortos y los colgaría en Internet. Pero si un director hecho y derecho tiene que encontrar financiación en Internet es un método muy precario.

 

(Entrevista publicada en EL CORREO el 2 de marzo de 2013).

Por Oskar Belategui

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