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Oskar Belategui

Gran Cinema

¿Qué echan en el 'Gran Cinema'?

El Gran Cinema de Algorta (Bizkaia), ya desaparecido.

 

Titular un blog es una declaración de intenciones. Si es de cine, los títulos ingeniosos se agotan pronto: ya están cogidos. Hace unos años, ‘Pantallazos’ me sirvió, junto a los compañeros Fernando Belzunce y Olatz Barriuso, para adentrarme en unas bitácoras que todavía no conocían Twitter. ‘Gran Cinema’ no esconde que este es un blog de cine, y nada mejor que llamarlo como el cine de mi ciudad, ya desaparecido, donde casi pasé más tiempo que en mi casa.

Ya sé. En la era de las descargas de Internet suena pelín rancio apelar a la nostalgia tipo ‘Cinema Paradiso’. Suena a Garci. Pero mi mejor escuela fue esta sala de Algorta alfombrada de pipas, donde un día descubría ‘Érase una vez en América’, de Sergio Leone, y al siguiente ‘Estoy con los hipopótamos’, con Terence Hill y Bud Spencer. No sé si es mejor o peor cinefilia que tener todo las películas del mundo a tu disposición a un clic. Pero es la mía.

Los cortinones de terciopelo rojo del ‘Gran Cinema’ se descorrieron por primera vez en 1932 y se cerraron hace cinco años. En su solar, se construye un moderno auditorio que, por suerte, seguirá acogiendo proyecciones del Cineclub de Getxo. Su proyector no se apagó en 75 años. Durante décadas cambiaba de película cada uno o dos días. En los 50, las funciones de zarzuela aseguraban el llenazo. En verano, un póster en el mercado de abastos anunciaba la función: si hacía bueno, a la playa y se cerraba la taquilla; si llovía, todos al cine.

El crítico José Luis Guarner defendía que la salud de una sociedad se refleja en el éxito de las películas: el alejamiento del público de los cines era otro signo de decadencia de la civilización occidental. Martin Scorsese, al que expulsaron de la Universidad de Nueva York porque iba más a las salas que a clase, resume la experiencia de soñar despierto en ‘Mis placeres de cinéfilo’: «En realidad, más que las películas es el recuerdo de la sala en sí misma lo que viene a mi mente. De niño me llevaban al cine mi padre y mi hermano. Mi primera sensación fue la de penetrar en un mundo mágico: la alfombra mullida, la oscuridad, la sensación de seguridad y, sobre todo, de estar en un santuario. Todo eso evoca en mi memoria una iglesia. Un mundo de sueños, un lugar que provocaba y agrandaba mi imaginación».

En fin. Procuraré que la nostalgia se agote en este primer post. En ‘Gran Cinema’ hablaremos del cine de más rabiosa actualidad y de los problemas de esta industria nuestra que tan poco parece querer su público. Nos pondremos pedantes una veces y frívolas otras. No engaño. Lo gordo seguirá saliendo en El Correo de papel, en la edición digital y en ese Twitter del que soy dependiente.

Empiezan los anuncios de Movierecord.

Por Oskar Belategui

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