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Iñaki Juez

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Los videojuegos son cultura

Ya era hora. Mucha gente sabe desde hace tiempo que los videojuegos son algo más que un simple pasatiempo. Lógico. No hay más que echar un vistazo a algunos de ellos para quedar maravillados por el talento artístico exhibido por sus creadores, tanto a nivel gráfico como de guión. Pues bien, el llamado por muchos el octavo arte, tras el cine, está de enhorabuena. Recientemente, el Congreso de los Diputados decidió incluir, por unanimidad, los divertimentos cibernéticos en la industria cultural. O sea, que jugar a la consola pasa a ser una actividad equiparable a ver una película, leer un libro o escuchar música. Naturalmente, eso no quiere decir que todos los videojuegos sean una obra de arte. Como en todo sector, hay auténticas abominaciones que no aportan nada a nadie. Pero por eso no pueden pagar justos por pecadores. Es como si comparamos Ciudadano Kane, pongamos por caso, con Los Bingueros, con todos los respetos hacia Pajares y Esteso. No hay color. De hecho, el argumento de Indiana Jones and the Fate of Atlantis, mítica aventura gráfica de LucasArts, me parece más atractivo que el del último film del intrépido arqueólogo. Los ejemplos serían interminables.


Además del empujón que puede tener este reconocimiento para que los videojuegos dejen de ser considerados un divertimento vacuo dirigido a personas con pocas luces, esta decisión política tendrá efectos muchos más prácticos. En primer lugar, supondrá la “promoción y el apoyo a las productoras locales en el desarrollo y la creación de sus obras como industria estratégica”, tal y como sucede en otros países desarrollados como Francia, Alemania, Japón o Corea. En otras palabras, servirá para poner los cimientos de una verdadera industria española de los videojuegos, como sucede en las naciones anteriormente mencionadas. De esta forma, la creación de juegos dejará de ser una actividad prácticamente amateur para convertirse en una verdadera fuente de creación de empleo y riqueza. Porque detrás de esta forma de entretenimiento hay mucho, pero que mucho dinero. Y en nuestro país hay mucho, pero que mucho, talento. Tanto, que en muchas empresas extranjeras, encontramos diseñadores y programadores patrios que tienen que emigrar para ganarse la vida.
Y otra buena noticia. Al considerarse productos culturales, habría que aplicarles un IVA menor, lo que provocaría una bajada en el precio de los videojuegos. Teóricamente, claro, porque al final son las distribuidoras las que tienen la última palabra. El caso es que no me parece de recibo que un producto cultural cueste casi 80 euros. Ni las películas ni los libros salen tan caros. Si a partir de ahora todos van a estar en el mismo barco, se deberían poner un tipo de límite a estos excesos, que hacen de los divertimentos cibernéticos unos auténticos artículos de lujo. Quizás tengamos que esperar a la llegada de las descargas directas para experimentar un notable descenso en el precio de estos productos, pero, mientras tanto, esperemos que este reconocimiento suponga un pequeño desahogo para nuestros bolsillos en plena crisis económica. Todo sea por la cultura.

Por Iñaki Juez y Pablo Fernández Polanco

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