Cada vez más a menudo, aparecen en el mercado videojuegos destinados a convertirse en auténticos fenómenos sociales. En las últimas semanas hemos tenido dos claros ejemplos que lideran las listas de ventas ciberlúdicas. El primero de ellos es, lógicamente, Call of Duty: Modern Warfare 2, capaz de recaudar 550 millones de dólares en sus primeros cinco días a la venta. Una barbaridad. Como su predecesor, traslada la herencia jugable de la saga de Activision tradicionalmente ambientada en la Segunda Guerra Mundial a los conflictos bélicos actuales con lo que eso conlleva, sobre todo a la hora de utilizar las armas más avanzadas. En esta segunda entrega, nos encontramos con que el comunismo ha vuelto al poder en Rusia, casi nada, y se planea una guerra contra EE UU. Pese a lo disparatado, espero, de su argumento, lo cierto es que nos hallamos ante un título sencillamente espectacular que nos deja felices y contentos tanto si jugamos a su apasionante modo campaña como si guerreamos con nuestros amigos online, siendo esta última modalidad su verdadero punto fuerte y la preferida por la mayoría de sus numerosos fans. Y todo ello con una mayor calidad gráfica que su antecesor, lo que se deja ver en unos escenarios que recrean a la perfección los paisajes de Rusia, Afganistán o Brasil, donde se desarrollan la mayoría de las batallas que, por su puesta en escena, no podían ser más cinematográficas. Sin duda, uno de los juegos del año.
El segundo título mediático de la temporada es, sin duda, Assassin’s Creed II, que, como todo el mundo sabe, es la segunda parte de uno de los juegos que hicieron furor hace dos años en las consolas de última generación. En realidad, las aventuras de Altair en la Palestina medieval deslumbraron a más de uno, entre los que me incluyo, por la perfecta recreación de los escenarios y animación del personaje principal sin caer en la cuenta que, a la larga, el juego de Ubisoft era de lo más repetitivo ya que las misiones de nuestro alter ego no podían ser más similares. Localizar a un tipo perdido por la ciudad y matarlo. Por eso había muchas ganas de jugar con esta nueva entrega que nos traslada a la Italia renacentista y que presenta un protagonista nuevo, Ezio, la reencarnación de nuestro asesino favorito, y un artista invitado de lo más original como es el gran Leonardo Da Vinci convertido en una especie de Q que nos aporta todo tipo de gadgets en plan James Bond. De nuevo, la calidad gráfica de esta secuela es brutal, sobre todo a la hora de mostrar los espectaculares edificios de la época a los que deberemos acceder para vengar a nuestra familia mientras intentamos sobrevivir a las conspiraciones de los Medici, los Borgia y los Templarios insertadas en un guión que nos empujará a seguir jugando. Por lo demás, las misiones en esta ocasión presentan más variedad, sobre todo en las fases que nos recuerda al Prince of Persia, y el conjunto mejora a lo visto en la primera parte demostrando que la productora se ha puesto las pilas para evitar nuevas críticas en este apartado. En definitiva, dos títulos que afianzan a los videojuegos como la gran industria de entretenimiento que es.