La piratería es una lacra para la industria de los videojuegos. Dicho esto para que quede bien clarita mi posición sobre el tema, tengo que calificar de auténtica burrada el ‘baneo’ masivo realizado por Microsoft a los usuarios de la Xbox 360. De esta forma, si la empresa de Richmond detecta un chip ilegal en tu consola, de esos que se suelen utilizar para jugar con lo que eufemísticamente se denomina “copia de seguridad”, te expulsa para siempre de su reino online representado por Xbox Live. Tijeretazo y punto. La compañía alega que modificar su dispositivo “viola” los términos de uso, por lo que se siente plenamente legitimada para realizar esta desconexión global. Naturalmente, de dicha acción se pueden sacar muchas lecturas pero la mayoría de ellas no dejan bien parada a la multinacional fundada por Bill Gates. En primer lugar, existen sentencias que dicen bien a las claras que ‘tunear’ este tipo de aparatos no es un delito. Naturalmente, es justo que se pierda la garantía ya que estás modificando el hardware de la consola por lo que después no vale quejarse si la cosa no funciona lo bien que debiera. También es verdad que este tipo de dispositivos permiten la ejecución de programas de software abierto que incrementan las funcionalidades de la consola y que no sólo sirven para cargar juegos piratas. De nuevo, pagan justos por pecadores. Pero lo más curioso de todo es que, con la pérdida de cerca de un millón de potenciales clientes, más o menos, Microsoft renuncia a una importante fuente de ingresos.
Me explico. Hay que recordar que, a diferencia de Sony con su PS3, jugar online con la plataforma de Microsoft no es gratis. Se paga una suscripción por acceder a la cuenta gold de Xbox Live que es la que te permite echarte unas partidas a distancia con tu mejor amigo. Por si fuera poco, la compañía de Richmond también impide a estos usuarios acceder a su tienda virtual para comprar, por ejemplo, las actualizaciones de sus juegos favoritos. Supongo que la multinacional norteamericana tendrá todo esto calculado y verá las evidentes repercusiones económicas de tal medida como una inversión para tratar de parar la cada vez más creciente sangría de usuarios que se pasan al lado oscuro. Ellos verán, pero me da que quienes se deciden a colocar un chip ilegal en sus consolas lo que menos les importa son las partidas online. Es más, diría que tienen asumida la desconexión de sus máquinas. Lo importante para ellos es ahorrarse los 60 euros que suele costar cada juego. Una cantidad totalmente desorbitada en estos tiempos de grave crisis económica. Y ahí está el verdadero meollo de la cuestión. Microsoft tenía dos opciones. O gastarse sus buenos cuartos en realizar un buen sistema a salvo de piratas como hizo Sony con su PS3 o revolucionar el mercado con un catálogo de buenos juegos por 30 euros. Ni una cosa ni la otra. Siempre es más fácil criminalizar a los usuarios e imponerles la máxima pena sin darles la oportunidad de poder defenderse. Eso sí, todo ello una vez que se ha pasado por caja tras comprar una consola fácil de hackear, algo de lo que Microsoft se ha beneficiado, y mucho, para liderar las listas de ventas respecto a su principal, y por ahora, “blindada” competidora. Esperemos que la cosa no vaya a más porque esto ya me parece suficiente “castigo”.