Muy fuerte. Hacía tiempo que no se mascaba en el ambiente tanta expectación por el lanzamiento de un videojuego si exceptuamos, quizás, el de la última entrega de Grand Theft Auto, GTA para los amigos. El caso es que todos hemos podido ver las largas colas en Madrid para hacerse con el esperadísimo World of Warcraft: La ira del rey Lich. Unos 2.000 locos, no les pienso llamar frikis, permanecieron hasta 18 horas a la intemperie por el honor de ser los primeros en jugar a la última entrega para PC de la emblemática saga de Blizzard. Todo esto nos muestra la importancia que está teniendo la industria del ocio cibernético en la sociedad. Algo que ya quisieran las discográficas o las grandes productoras del séptimo arte, por poner algunos ejemplos.
Es que a estas alturas de la película queda claro que Blizzard ha perpetrado un juego que, como sucede con el Barça, es algo más que un juego. De hecho, en el mundo online de lo que un día fue un apabullante juego de estrategia “viven” nada más y nada menos que 11 millones de personas, más habitantes que en Portugal. Y todos ellos encarnando a orcos, elfos, hombres y otras fantásticas criaturas, herederas sin duda del talento creativo de J.R.R. Tolkien plasmado en El Señor de los Anillos, que también cuenta con su propio universo virtual. Por tanto, no resulta extraño que muchos de ellos fueran a hacerse con esta entrega convenientemente disfrazados de sus avatares cibernéticos como si fuesen extras de una película de fantasía. Una forma como cualquier otra de pasárselo bien en buena compañía.
¿Y realmente esta expansión merece todo este revuelo? Todo hace indicar que sí, entre otras cosas por la alta calidad que imprime Blizzard a todos sus productos. De esta forma, World of Warcraft: La ira del rey Lich enriquece, y de qué modo, el universo de este MMOPG porque incluye un nuevo continente para explorar. Casi nada. Por tanto, nos encontraremos con nuevos enemigos, nuevas misiones y nuevos escenarios localizados en Northrend, una gélida tierra de sobra conocida para los más mitómanos de esta saga de fantasía-medieval cibernética. También incluye una nueva clase para sus personajes, el Death Knight, a la que sólo podremos acceder a cambio de sangre, sudor y lágrimas.
Pero aparte de la historia, personajes y demás parafernalias, el verdadero punto fuerte de este MMOPG sobre el que se asienta su éxito es el mimo con el que sus responsables tratan a los usuarios. En realidad, cada expansión que se lanza da lugar a nuevas actualizaciones descargables que van sucediendo en el tiempo para satisfacer a los jugones más exigentes. Una atención a los fans de la que otros universos virtuales, por dejadez o falta de medios, carecen pese a la gran calidad de sus productos. En fin, toda una nueva aventura por 34,99 euros, aunque, si eres fan de verdad, no dudarás en rascarte el bolsillo y hacerte por 69,99 euros con la versión para coleccionistas, que incluye además una alfombrilla, libro de artes, mascota exclusiva, DVD del ‘making of’ y dos mazos de cartas de Warcraft. Un más que bonito regalo para estas navidades.