“Cuando abres una caja de papiros inéditos nunca sabes lo que vas a encontrar”, escribe Peter Parsons en el prefacio de ‘La ciudad del pez elefante: La vida de los griegos en el antiguo Egipto ’. En su caso, lo que se ha encontrado durante más de cuarenta años de estudio son textos tan fascinantes por su cotidianeidad como esta carta: “Aquilión a Hieracapolión, su hermano: saludos. Como he decidido hacer venir a mi hermana, te escribo, a través de quienes he envidao con este propósito, en primer lugar para saludaros a ti, a mi hermana y a nuestro hijo Dionisio, y en segundo lugar para insistir en que escribas contándome cómo estás de salud y qué necesitas de aquí. Si lo haces me harás un favor, porque tenemos la impresión, al leer tus cartas, de estar otra vez cara a cara. Rezo por tu salud”.
Esa carta es sólo una muestra de los cientos de papiros que fueron encontrados en Oxirrinco , a unos 150 kilómetros de El Cairo, en 1897. Desde entonces, generaciones de arqueólogos y papirólogos como Peter Parsons han estudiado el yacimiento y los documentos, cuyo contenido abarca desde textos religiosos y líricos, hasta cartas, contratos, pagarés y formularios de impuestos. Todo este conjunto ofrece una imagen extraordinaria de la vida cotidiana en la Antigüedad tardía en el valle del Nilo, que Parsons transmite a la perfección en su libro. Aquí los grandes procesos históricos, los hechos que llenan las cronologías y engordan los manuales, forman el telón de fondo, tan de fondo que a veces se difumina, porque los disgustos, alegrías, amores y tristezas de la vida normal son universales, no sólo en el espacio, sino también en el tiempo. Léase si no esta carta de un tal Apolonio: “Todo lo que Amonas, Antropas, el cosntructor de máquinas, y los demás han sufrido aquí a causa de los camellos de Copto, ya te lo contará tu hermano. Tus malditos cuñados están complicándolo todo y y yo ya he tenido que hacer varias apariciones por su culpa, gracias a ti. Te explicaré mis planes cuando nos veamos cara a cara, porque si no me dirás que escribo demasiado”. ¿Quién no ha encontrado alguna vez mensajes así en su buzón de voz?