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Julio Arrieta

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Iruña Veleia, el Glozel vasco

Creo que no soy el primero en comentarlo, pero el asunto de Iruña Veleia va camino de convertirse en el affaire Glozel español. El desarrollo de la historia de este gran timo de la ‘euskotampita’ sigue el mismo guión que Vayson de Pradenne encontró en todos los fraudes arqueológicos que analizaba en el gran clásico del estudio de la arqueología de pega, ‘Les fraudes en archéologie préhistorique’ (1932), libro que evidentemente no han leído los responsables del yacimiento alavés.
En la introducción de su tratado el arqueólogo francés explicaba que toda falsificación sigue el siguiente patrón. Primero, aparece un yacimiento que se caracteriza por ofrecer vestigios espectaculares y rupturistas. Luego, llega el experto local que se convierte en el paladín del descubrimiento. El siguiente capítulo es la bendición por parte de uno o varios académicos respetables y generalmente bienintencionados, seguida por el debate, que degenera en polémica y en intercambio de acusaciones. Por último, el fraude sale a la luz, el hallazgo espectacular y rupturista es defenestrado y sus defensores desaparecen en el olvido o en la resistencia numantina.
Como ven, es como si Vayson de Pradenne hubiera leído los periódicos vascos estos días. En realidad estudió casos bastante similares al de Iruña Veleia, pero en tiempos anteriores a la termoluminiscencia y el C14. Eso sí, como nuestros amigos alaveses, también se topó con egipcios fuera de contexto, aunque no se trató de simpáticos preceptores coptos semi euskaldunizados, sino de astutos colonos neolíticos establecidos en la isla de Riou, cerca de Marsella.
Vayson de Pradenne escribió su libro a raíz del escándalo de Glozel. Y eso que empezó en 1924. Emile Fradin, un joven campesino que trabajaba con su abuelo en un campo de Glozel (cerca de Vichy, en Francia), fue el descubridor de una fosa repleta de artefactos entre los que destacaban unas tablillas con inscripciones, mezcladas con útiles a los que se atribuyó 14.000 años de antigüedad. El doctor Morlet, médico aficionado a la arqueología, hizo el papel de experto local entusiasta y se convirtió en el principal publicista de los hallazgos.
Los antiglozelianos no tardaron en aparecer. Para la mayoría de los arqueólogos en Glozel nada cuadraba: allí había útiles de sílex de factura paleolítica mezclados con tablillas epigrafiadas con una escritura de aires fenicio-rúnicos, todo ello en una especie de necrópolis entre megalítica y medieval.
La polémica estalló al año del descubrimiento, pero ha durado décadas. De hecho, todavía colea, porque queda un entusiasta grupo de defensores glozelianos, a pesar de que el asunto fue finiquitado como fraude en un informe del Ministerio de Cultura de 1995. Pero Glozel todavía cuenta con un grupo de defensores de su autenticidad. Los glozelianos tienen su propio museo y organizan congresos alternativos, mientras los arqueólogos les ignoran olímpicamente. De vez en cuando, reciben el apoyo de individuos como Erich Von Däniken y su parroquia, lo que no creo que les sirva de mucha ayuda.
Siguiendo el esquema de Vayson de Pradenne, el asunto Iruña-Veleia está en su fase de caída, con todo el mundo saltando por la borda antes de que el agua le llegue al cuello y un amago de resistencia numantina por parte del director de la excavación, Eliseo Gil. ¿Para cuándo la aparición estelar de Iker Jiménez?

PD: No está de más pasarse por Celtiberia.net y repasar los foros dedicados al asunto de Iruña-Veleia desde el mismo momento en que se dieron a conocer los hallazgos. Probablemente fue el primer sitio -junto al de Amigos de la Egiptología – donde fueron puestos en duda y sometidos a debate, tanto por aficionados como por arqueólogos profesionales. También es muy recomendable el blog Iesus Ioshe Marian, dedicado a desmenuzar todo el asunto.


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