Abro ‘Los documentos secretos de la Golden Dawn’, de MacGregor Mathers, y en su introducción anónima leo “el chip ha dejado atrás al Libro de los Conocimientos de Christian Rosencreutz”. Así, con todas sus mayúsculas. No estoy muy seguro de lo que quiere decir, pero me gusta. Más adelante el desconocido introductor añade que “nada mejor que una Proyección Astral para la Invocación de los distintos Espíritus. Y nada mejor y más seguro que una Proyección Astral para franquear las puertas del más allá”. De nuevo con todas sus mayúsculas. En cierto modo, también estoy de acuerdo. Tengo una conocida que se toma realmente en serio estas cosas y las practica con tal éxito que al abrir las puertas esas ha conseguido que se le cuele hasta la cocina un fantasma que se dedica a enredar con sus mazos de Tarot. A los ocultistas les pasan estas cosas. Te dedicas a revolver en el plano astral y un espectro tarotista se va a vivir contigo. “Y sólo toca la baraja Rider, las demás no, ni el Tarot de Marsella ni ningún otro”, me aclara. A lo mejor es un fantasma de la Golden Dawn, se me ocurre.
Respecto a los documentos de Mr. MacGregor Mathers ya comenté en otro foro que era un poco triste cómo hoy día estas cosas están al alcance de cualquier mindundi con 13 euros en el bolsillo. El ocultismo ya no es lo que era. En su día para tener acceso a estos conocimientos había que ser por lo menos Adeptus Exemptus 7=4 de la Segunda Orden (“y beber absenta por litros”, apunta mi conocida). De nuevo, el introductor sin nombre alivia nuestra zozobra esotérica: “Pero el sentido oculto de unos documentos no se circunscribe exclusivamente a su publicación o encierro. Un escrito secreto, o hermético, puede seguir siéndolo a pesar de su publicación, sobre todo si su contenido va dirigido tan sólo a aquellos que sean capaces de entenderlo”. Y para que la cosa quede bien clara, “al igual que un manual de aviación, un manual de Viajes Astrales sólo será útil a aquellos que tengan los conocimientos suficientes para volar”.